15.10.2013 - No es novedad. Quién adquiere un auto toma la ocupación de mantenerlo, quien compra una casa asume la responsabilidad de ampararla, quién abre una ferretería vela por su crecimiento y quién asume un cargo no puede olvidar de custodiarlo. Cualquier duda al respecto puede saldarla Julio Grondona (?).
No es novedad. Quién toma el poder toma inmediatamente recaudos de conservación, incluso en algunos casos, cambiando las normas que lo llevaron a ejercerlo. No puede pensarse que quién trabaja con el cuerpo no quite tiempo a la productividad para alimentar y cuidar su cuerpo, la herramienta de trabajo. Menos puede inferirse que quién ejerce el poder no quite tiempo al ejercicio para mantenerlo, cuidarlo y alejarlo de quienes lo detenten. Inevitable. Con otras palabras y en otro marco, Nicolás Maquiavelo dejó claras no pocas sentencias.
"...el desprecio nace cuando al príncipe se le considera inestable, superficial, afeminado, pusilánime e indeciso..."
"...los que llegan a ser príncipe por la fortuna, les resulta fácil ascender, pero muy difícil mantenerse en el poder..."
"...el que es elegido príncipe con el favor popular debe conservar al pueblo como amigo..."
Si hablamos de Alejandro Sabella (Selección Argentina DT) podríamos detectar los dispositivos que pone en juego a la hora de reafirmar su cargo ante la opinión pública en general y deportiva en particular.
Hombre de fútbol, trabajador, de perfil bajo y breve experiencia al frente de planteles profesionales, “Pachorra” acompaña su lentitud con asiduo gesto constipado, acaso apuntando a la imagen de desvelo, concentración y estudio de decisiones. Su caudal intelectual queda expuesto a la hora de las tan largas como insólitas conferencias de prensa en las que un entrenador nacional debe comparecer: nunca se encontrará un ideario de respaldo a sus elecciones (eminentemente) pragmáticas, se dificulta vislumbrar en su discurso un horizonte y un camino más allá de la practicidad presente (lesiones, viajes, rendimientos). Hablamos de tareas que atañen al entrenador y que Sabella cumple con dedicación y empeño. Pero, acaso, un entrenador de Selección puede estar sometido a demandas que no se le exigen a entrenadores de clubes.
Más allá de que un entrenador de club trabaja en adaptación para potenciar los recursos existentes (jugadores) y el entrenador de Selección invierte la ecuación eligiendo los recursos para plasmar su ideario o de que los calendarios erosionan la tarea del DT para (casi) convertirlo en “seleccionador”, no pudimos aún, detectar el sello Sabella de esta Selección Argentina.
Pachorra lleva dos años al frente de la albiceleste. Llegó después del desmadre Maradona bajo la idéntica lógica grondoniana de oposición: así como el “Kaiser” Passarella se opuso al “laxo” Basile, Sabella llegó como bálsamo para aniquilar el desordenado vértigo maradoneano.
Aquella Selección de Maradona que tantas expectativas generó a partir de la explosión de los cuatro fantásticos (Messi, Agüero, Higuain y Di María) fue triturada mediáticamente por su estrepitosa salida de Sudáfrica 2010 (0-4 vs Alemania). Entrenamientos vespertinos, actitudes, manejos y desplantes y un equipo ciertamente desbalanceado fueron el resultado de un entrenador inexperto que se enamoró del vértigo.
El propio César Luis Menotti no entendió la decisión de AFA que pasó una pelota que le quemaba en los pies. “No sé por qué Sabella es entrenador de la Selección.”
Su único y breve antecedente al frente de un equipo de Primera División fue su paso por Estudiantes de La Plata en tiempos en que la inercia Verón aún demolía rivales. Pero Don Julio siempre supo que la demora de ese tipo de decisiones (DT) crea caldos negativos a su poder.
Hoy, después de dos años de gestión, Alejandro Sabella tiene como carta de presentación la insoslayable estadística: 17G 6E 4P y una clasificación mundialista (2014) sin sobresaltos (bien opuesta a la que nos llevó a Sudáfrica). Es la pragmática defensa que esgrimen sus defensores ante los (pocos) detractores.
Pero ¿qué hay detrás? Un grupo de buena convivencia y alta moral, ausencia de declaraciones altisonantes, prolijidad, orden, coherencia de decisión y una delantera de las más inspiradas y temerarias del mundo. No es poco cuando se trata de liderar estrellas.
Pero también hay un equipo sin línea de juego definida, sin horizonte descifrable, sin solidez defensiva y con gruesos flancos descubiertos.
Hablar de error en la “selección” de defensores puede quedar en la conversación del bar y del taxi. Una defensa es, siempre, parte de un equipo y, en este caso, de un equipo que no funciona como tal. La cuestión es más grave que un error de nombres o la propia descoordinación ente ellos. Se trata de un desbalanceo de equipo al que, después de dos años y una larga lista de apellidos, no se le encontró antídoto ni atenuantes.
Argentina clasificó prematura. La solidez estadística (no equiparable al juego) permitió que la última jornada de eliminatorias fuera de protocolo. Las lesiones (Messi, Mascherano, Higuaín, Gago) hicieron que Perú enfrentara un equipo semititular donde se manifestó claramente la diferencia de jerarquía entre Banega, Di María y Agüero y el resto.
Ahora, a las puertas de la despedida eliminatoria y ante un Uruguay necesitado, Sabella juega al misterio y deja hablar sobre un equipo totalmente alternativo.
Subido a su pergamino estadístico, el circunspecto y paciente entrenador, se muestra ante la prensa “pensando” y “trabajando alternativas” de un equipo que depende de su “acentuada decisión”: "La decisión – dice - depende del módulo que decidamos utilizar."
Sabella sabe usar los dispositivos. Es una obviedad que no adelantará su once a Tabarez (Uruguay DT), pero toma los micrófonos para continuar solidificando la imagen que los medios terminaron de conformar. Habla de “módulo”, “alternativas”, “pensando”, “trabajando”. Habla de sí mismo sin dejar más que reafirmaciones a la imagen construída.
Así, enigmático, circunspecto y en bajo tono, Alejandro Sabella da vuelta la página de las (exitosas) eliminatorias dándose lugar a “una prueba para los jugadores que jugaron menos” porque “jugar con Uruguay en Montevideo es complicado. Hay muchachos que jugaron poco juntos y en líneas generales van a tener un trabajo difícil y uno debe comprenderlos y apoyarlos."
El calendario internacional dictamina que los “seleccionadores” cuentan con poco tiempo de trabajo. Es por eso que muy pocos (y grandes) entrenadores de Selección logran imprimir su sello a sus equipos.
Teniendo en cuenta la tiranía del tiempo, las deficiencias de este equipo argentino, la menor evolución respecto al defecto maradoneano del fatal desbalanceo, la mala sincronización de “equipo” y la altísima vulnerabilidad vista, ¿no sería razonable dar minutos de juego a un equipo que aún no se conformó como tal, que no sabe retroceder, que no está acostumbrado a que lo ataquen y que tiene defensores faltos de confianza?
¿Qué sentido tiene devolver antes a los titulares a sus concentraciones europeas? ¿Sería asumir públicamente que el objetivo príncipe para el que Sabella fue elegido no se cumplió?
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