Recortando rasgos de "la argentinidad", nuestro Jorge Luis Borges no deja de recordar desde sus textos que el argentino "no reconoce relaciones más que interpersonales, por lo que descree, desconoce y no cultiva una relación con las instituciones".
Ya hablamos de Ramón Díaz y sus modos de relación que suelen no condecirse con sus roles. Invadir los vestuarios de sus dirigidos con la presencia de sus hijos, amenazar a dirigentes con ventilar números non sanctos o bravuconear mediáticamente a rivales (entre otras costumbres) no escapan del estilo riojano en tiempo de vacas gordas.
Llamado a silencio y omitiendo estiletazos mediáticos en épocas de flaco puntaje y mediocre fútbol, el perfil de Ramón Díaz pareció amoldarse a la realidad en los últimos tiempos (regulares) de River.
Pero esta noche, después de que River venciera (2-0) sin problemas a Rafaela en casa y se pusiera escolta de Estudiantes, el riojano volvió a olvidarse de su rol, su lugar y su "modestia". Sin más, apenas terminado el partido enfrentó a los imperativos micrófonos para dar la nota: "Les agradezco especialmente a Los Borrachos del Tablón que levantaron a la gente."
El hombre no sólo se olvida de su rol sino del trabajo que está implicando limpiar los estadios argentinos de la casta que lo está poniendo al borde de la muerte. Los Borrachos del Tablón, la barra brava de River, no sólo no necesita agradecimientos públicos desde la institución sino que pide a gritos los límites de una ley que no cumplen.
Tan golpeado viene Díaz que una sola bandera de apoyo en el estadio (de Los Borrachos...) produce que su sensible emoción lo traicione de esta manera (?). Argentinidad al palo...
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