Daniel Angelici no es un tipo querido. Como delfín de Mauricio Macri, la materia que más le cuesta es la construcción de su perfil público. Su modo de hablar (muy lejos de un mínimo recorrido intelectual) conjugado con las inconfesables intenciones de su acción, lo hacen transpirar. Es de esos hombres que necesitan años de couching y postrera amnesia colectiva para constituirse un respeto público (sabemos que tampoco es fácil hacer amigable a quien sólo tiene intenciones de quedarse con tu dinero).
Entonces contrata operadores y asesores de imagen, gasta dinero en su (fallido) perfil, compra voluntades y exhibe su riqueza al mejor estilo familiar florentino: es lo que dice el manual.
Como tal, sólo confiesa que su polémica y sinuosa empresarial comenzó en la década del 90 (cuando sinó) y que todo su recorrido se inició a partir de un Renault 12 que su padre le regaló a sus 18 años (1982). Es el relato que no esconde en sus fastuosos cumpleaños, desde SitioPalermo hasta el Hilton de Puerto Madero, cerca del Resto de su propiedad, Madero Tango.
Allí, en su cumpleaños número 50, invitó a unas 800 personas que estuvieron custodiadas por la Prefectura Naval que montó un operativo que incluyó un helicóptero, dos autobombas y unos sesenta efectivos con perros y hasta nadadores de rescate. Las amenazas virtuales de Rafa Di Zeo (capo de la 12) no podían hacer mella en su imagen pública, su integridad ni el estilo de sus invitados, entre los que se vio a Mauricio Macri, Francisco De Narvaez, Coti Nosiglia, Silvia Majdalani (diputada), Diego Santilli, Cristian Ritondo, Luis Barrionuevo, Graciela Camaño (diputada), Guillermo Cóppola, Teté Coustarot y María Servini de Cubría (jueza).
Se dedicó a la empresa del juego debutando en la administración del Bingo San Bernardo (0.5% de la sociedad) y luego fue creando empresas administradoras de bingos, máquinas y apuestas en la provincia de Buenos Aires (Pergamino), Córdoba y Mendoza entre otras, monitoreadas desde su oficina (piso 10) de la Avenida 9 de Julio.
Consolidado en la fatídica y memorable década del 90 (cuando Macri asaltó la presidencia de Boca) y explotando los vacíos legales argentinos en cuanto a la empresa del juego, ya en los 2000 Angelici creó Betec SA, empresa administradora de los casinos de Uspallata y Tupungato (Mendoza). Según el concejal de Las Heras, Daniel López, “Betec obtuvo dinero público para construir una terminal de ómnibus en Uspallata. Hicieron un casino”. Según el edil, “había que hacer una inversión de $ 1.700.000, pero de ese total $ 1.200.000 fueron a parar a la construcción del Casino de Uspallata". En otras palabras, Angelici administra y factura sobre una sala de juegos cuyo local fue construido y financiado por la Municipalidad de Las Heras.
Angelici tampoco se lleva bien con los trabajadores de los bingos. Según cuentan desde el Sindicato de Juegos de Azar (ALEARA), es el único empresario del rubro que “no quiere firmar convenios colectivos de trabajo” y mientras todos los bingos acordaron un aumento del 35%, el “Cristóbal López de los bingos”, como lo llaman en el gremio, dio un 18% después de espiar y hacer inteligencia sobre las movilizaciones sindicales.
El mismo vacío legal que dio lugar a la rentable sagacidad de Angelici también permitió que Mauricio Macri utilizara Boca Juniors como trampolín político. Después de tantos años ya no vale preguntarse cómo Boca llegó a esto ni cómo un club tan popular no desarrolló herramientas ni recursos para detener la invasión empresaria.
Sólo quedaría actuar hacia adelante y, de manera inteligente y consensuada, desplazar esta casta que nada tiene que ver con los destinos de un club de fútbol popular y multitudinario.
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