Veíamos (en muy pocos informativos) cómo una multitud local se manifestaba en reclamo al gobierno nacional chileno, en la víspera inaugural de la Copa América Chile 2015. Día y lugares claves fueron elegidos para hacerse oír y ver en un foco plagado de coberturas periodísticas internacionales.
Revisando las informaciones a velocidad de internet, esa que permite leer unos titulares, copetes y algunos párrafos de crónicas espejadas, el lector es inducido a concluir que los estudiantes chilenos están en desacuerdo con su gobierno, que chocaron con la policía y que la fiesta inaugural no sufrió desmán alguno.
La crónica, repetida serialmente por las agencias, cuenta que “miles de profesores y estudiantes chilenos marcharon por las calles de Santiago en una nueva protesta, en la que exigieron una mayor participación en la reforma educativa que está impulsado la presidente Michelle Bachelet, en el comienzo la Copa América” y que “al finalizar, sus organizadores, nucleados en la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech), catalogaron la jornada como un éxito.”
“Nicolás Fernández, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Diego Portales y vocero de la Confech, manifestó estar “profundamente contento por la gran cantidad de personas que salieron a las calles, entre ellos, profesores, estudiantes, trabajadores y pobladores; todos juntos”.
En efecto, según organizadores y policía unas 200.000 personas marcharon por la avenida Alameda paralizando Santiago (capital chilena) al son de cánticos y tambores. La crónica repetida en portales web sigue dando voz a los manifestantes: “Asimismo, hizo un llamado al Gobierno: “Así se hacen las cosas, presentando las propuestas a la sociedad y no entre cuatro paredes como lo vienen haciendo hace tanto tiempo”.
“Delante del cartel, una enorme copa de color dorado con la inscripción “Copa de la Gratuidad” hacía referencia a una de las mayores demandas de los estudiantes: educación pública, gratuita y de calidad, que acabe con el sistema desigual legado de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).”
La crónica despunta al matutino lector un movimiento estudiantil de izquierda en descontento, sin mayor profundidad que un enunciado de “educación pública gratuita”. Si a esto le sumamos postreras columnas de opinión como la de, por ejemplo, el periodista deportivo Alberto Lati para El País (cuál sinó), presenciamos otro perfecto y ordinario ejemplo de licuación noticiosa.
En la línea antidemocrática (conservadora y anti-igualitaria) del medio que lo convoca, Alberto Lati (@albertolati) analiza el tema con la duración exacta de internet al vuelo, sin profundidad alguna (para obviar los móviles) y concluyendo en costumbre el hecho de manifestarse ante los medios internacionales cuando convoca un evento futbolístico: "el fútbol ha de acostumbrarse a que sus eventos más importantes estén rodeados de disconformes y reivindicaciones..."
Alberto Lati y la crónica de agencia no mienten; licúan, ocultan, desinforman. El lector matutino termina de pasar revista sabiendo que los estudiantes descontentos están contentos con la cantidad de convocados y que chocaron con la policía pero sin enterarse de lo que ocurre en Chile.
En Chile, a menos de un año de asumir su segunda presidencia, Michelle Bachelet presentó los principales proyectos con los que pretende generar profundos cambios en su país y sacudir el pasado ultraconservador de Chile. En este marco, la reforma educativa fue una de las principales promesas, después de que el presidente conservador Sebastián Piñera (2010-2014) sufriera el estallido del conflicto educacional.
La reforma educativa de Bachelet apunta a combatir uno de los principales problemas del país sudamericano: la desigualdad. Desde que el presidente de facto Pinochet eliminara la educación terciaria gratuita (1981), todas las universidades chilenas cobran la matrícula, al igual que muchas escuelas secundarias, lo que llevó a que el país tenga la educación superior más cara del mundo, según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
Mario Garcés Durán, director de la ONG ECO Educación y Comunicaciones, dice que lejos de ser un mecanismo de movilidad social, la educación en Chile se convirtió en "un sistema de reproducción de la desigualdad".
Para revertir esto, Bachelet ha propuesto una reforma escalonada. Su primer proyecto de ley, que fue aprobado recientemente, contempla cambios en el sistema escolar: garantiza una educación gratuita, eliminando gradualmente los copagos en los colegios subvencionados (que pasarán a ser financiados por el Estado), prohíbe que las instituciones educativas que reciben financiamiento público apliquen mecanismos de selección de estudiantes para evitar discriminaciones y ordena que todos los establecimientos que reciban algún tipo de aporte del Estado destinen esos recursos en mejorar la calidad y, en un plazo de tres años, se transformen en corporaciones o fundaciones sin fines de lucro.
Acompañando estas reformas, previas a una segunda etapa de universidad gratuita, Bachelet también impulsa modificaciones tributarias complementarias. Contempla un aumento de impuestos para las empresas, una reducción de la tasa gravable para las personas físicas, la creación de impuestos adicionales a alcoholes, bebidas azucaradas y emisiones contaminantes de vehículos, además de mecanismos de lucha contra la evasión.
La ley busca aumentar la recaudación fiscal en tres puntos del Producto Interno Bruto (PIB) de aquí a 2018, lo que equivale a unos US$8.300 millones (de los cuales unos US$5.000 serán destinados a la educación). Las grandes empresas tendrán un aumento impositivo del 7% (del 20% al 27%) en un plazo de cuatro años y se eliminará gradualmente el Fondo de Utilidades Tributables (FUT), un sistema que nació con el pinochetismo y que permite a los empresarios pagar impuestos solamente por las utilidades que retiran y no por sus ingresos totales, algo inédito en el mundo.
Estas propuestas legislativas de Bachelet buscan cambiar los cimientos de la educación, la economía y la política chilena, dejando atrás el viejo sistema que rige desde la era de Augusto Pinochet (1973-1990).
Sin embargo estas movilizaciones estudiantiles que piden cámara en las puertas de la Copa América manifiestan que son insuficientes.
Hola, me encanto como expresaste la situación de los estudiantes chilenos en tan simples palabras para que muchos que piensan que en Argentina la educación es un desastre vean mas allá; vean el progreso que ah habido en nuestra comunidad educativa. Desde mi lugar de estudiante (en un terciario) estamos trabajando esté tema, no se si vamos a ayudar de algún modo a nuestros compañeros chilenos, pero si tienen que saber que cuentan con nuestro apoyo desde Villa Maria Cordoba.
ResponderBorrarMuchas gracias Malena.
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