11 de septiembre de 2013

Vic Buckingham y la escuela de Barcelona.


Nació hace 98 años (1915) en el (arbitrario) centro del planeta, Greenwich, y su memoria sigue, más que viva, vigente en la historia del fútbol.

Víctor Frederick Buckingham terminó su carrera de futbolista después de 14 años (230 partidos) de volante defensivo del Tottenham Hotspur (1949). Siguió en el ámbito probando como entrenador con equipos amateurs (Oxford University, Pegasus F.C. y Bradford Park Avenue) de Inglaterra antes de llegar a la Primera División inglesa (West Bromwich Albion).

No obstante fue Holanda la cuna de su éxito. Llegó en 1959 al banco del Ajax cuando el fútbol naranja cumplía tres temporadas de profesionalismo. Allí encontró jugadores de gran capacidad técnica y no menor ingenuidad táctica, a un pibe de 17 años llamado Johan Cruyff y el espacio que no tuvo en West Bromwich Albion para desarrollar sus ideas puristas. Toque permanente, movimiento perpetuo.

“El fútbol holandés ya era bueno, ellos no aprendieron sus habilidades conmigo, ya las tenían. Yo los influencié con mi idea de posesión, que es el 90% de este juego, pero luego ellos lo supieron llevar adelante. Siempre pensaba: este juego es encantador”.

Esa (clara) intención de Buckingham nacía en paralelo con la carrera del Tulipán de Oro, Johan Cruyff: “un niño flacucho, pero con mucho aguante. Podía correr todo el campo y hacerlo todo: organizar, definir, correr, rematar…”

Se sabe el postrero paradero de Cruyff: creció en el equipo de Rinus Michels (sucesor de Vic) y creó la actual identidad del Barcelona.

“En los años setenta, firmé por el Barça como responsable de los equipos juveniles – cuenta Laureano Ruiz, quién trabajó en las categorías inferiores del Barça entre 1972 y 1980, incluyendo un periodo en el primer equipo en la temporada 1975-1976. Al poco tiempo, ya estaba altamente decepcionado. Allí solo valoraban -como en los clubes más modestos que conocía-, a los jugadores altos, fuertes y valientes, eliminando o no fichando a los que poseían buena técnica y calidad, principalmente si eran pequeños.

Además, en los entrenamientos no aparecía el balón, dedicándose al trabajo puramente físico. Yo empleé mi fútbol-fútbol, con extremos -habían desaparecido-, y los entrenos los basé en los rondos, partidos de pases, partidos con la cabeza, partidillo con el sistema... Es decir, el balón siempre presente.

Implanté mi sistema, mi modelo de juego, en los tres equipos juveniles. Pero romper aquella rutina en el campo y despachos fue difícil, recibiendo muchas críticas. Al ser nombrado Coordinador General del Fútbol Base, me resultó muy fácil inculcar mi estilo, en el juego y en los entrenamientos.

Años después llegó Cruyff como técnico y empleó el balón en los entrenamientos, utilizó extremos y contó con futbolistas técnicos, de calidad, fueran altos o pequeños, fuertes o estrechos".

Laureano Ruiz cuenta que Guardiola “tuvo un pie fuera del Barça por débil” y que fue Cruyff quién lo salvó priorizando su talento por sobre la condición física, pasándolo al primer equipo como a Milla, Ferrer y Sergi.

“Cruyff logró lo que a mí me fue imposible: que los técnicos cambiaran su criterio sobre los futbolistas y les ficharan y valoraran por su talento, no por su fortaleza y estatura.

De todas maneras, el problema de los altos y bajos en el Barça no acababa de estar superado. Una vez que se marchó Cruyff, los "equivocados" hicieron prevalecer sus ideas. Xavi e Iniesta tuvieron que pasar un calvario: decían que no valían, Iniesta estuvo prácticamente traspasado al Albacete, que no podían jugar juntos, y Xavi en el ¡2008! cansado de las críticas de los técnicos -no de Guardiola-, de acuerdo con su padre y el agente, decidió aceptar una oferta mareante del Milan. La firme oposición de su madre le hizo desistir”.

Tras una mala campaña en 1965, Buckingham dejó el Ajax dejando la semilla de un árbol majestuoso que bien supo regar su sucesor, Rinus Michels: “Ellos ya jugaban fútbol de hábito, que es en realidad fútbol de estrellas. Se podían encontrar entre sí por instinto, tenían un ritmo común, podían manejar la pelota de izquierda a derecha sin problemas, con la posesión como principal idea.

En 1969, luego de una desastrosa experiencia en la Liga griega (Ethnikos Piraeus F.C.), Barcelona le abrió las puertas al maestro inglés (19.12.1969). Se hizo del cargo cuando el equipo ya estaba descartado para el título (décimo a 8 puntos del líder) y lo dejó en cuarto lugar, por delante del Real Madrid, que fue quinto y a 7 puntos del campeón, que fue el Atlético de Madrid, antes de ganar la Copa del Rey (04.07.1971) y dejar la mejor de las imágenes en Catalunya.

Con todo, a pesar del éxito, fue destituido y su reemplazante en el banco culé volvió a ser, venido del Ajax holandés, (Ma)Rinus Michels.

La conocida anécdota del Betis ayuda a pintar a Vic: Temporada 1969-70 antes de un partido de Barcelona vs Betis. El técnico inglés toma una tiza y un borrador y empieza a dar vueltas por el vestuario sin decir nada. Al cabo de un par de minutos, los jugadores empiezan a revolverse inquietos, esperando algún gesto de su entrenador, y preguntándose “a ver qué dice éste ahora?”.

Finalmente, Buckingham de dirige a la pizarra del vestuario y escribe ‘BETIS’ con letras grandes. Acto seguido, va andando hasta detrás de dónde estaban sentados los jugadores, lanza con fuerza el borrador a la pizarra y grita ‘FUCKING BETIS!’. Y así da por concluída su charla.

“Si vos tenés la pelota el rival no puede anotar”, dijo Vic Buckingham cada vez que tuvo la oportunidad… murió en enero de 1995, en Chichester (Inglaterra) a los 80 años.
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