Hace 40 o 50 años el país futbolero se enorgullecía de recibir a Racing, primer equipo argentino que volvía a casa con la Copa Intercontinental. Sin distinción de banderas ni clubes se vitoreó al "equipo argentino" que, incluso, era recibido entre pasillos en las canchas rivales.
Por entonces, pocos años después, cuando la Holanda de Cruyff brillaba con su "fútbol total", el Proceso Militar oscurecía el sol argentino y mientras Boca y River se alternaban los campeonatos (1975-1977), las hinchadas se prepoteaban cantando:
"Me parece que River no sale campeón, sale Boca, sale Boca si señor..."
"Me parece que Boca no sale campeón, sale River, sale River si señor..."
Muy sencillo, corto, concreto y directo (vos no, yo sí), el canto continúa vigente (40 años después) y lo seguimos escuchando en nuestras canchas.
Pero acompañando al sepulturero de la ingenuidad, así como un campeón intercontinental argentino es lamentado por el resto de los rivales locales, las letras de la misma música fueron adaptándose a los usos y a los tiempos.
Independiente se alejó de la cinta transportadora que le traía (una tras otra) Copas Libertadores de América. Tiempo después, Carlos Bianchi, celular de Dios en mano, logró que Boca llenase su vitrina como la de los Rojos, entonces:
Una versión algo más triste que las anteriores es esta que ya no festeja el propio título o récord sino la derrota ajena en manos propias:
Bajando por la escalera de la tristeza (siempre con la misma música), ya encontramos el sólo festejo de la desgracia ajena (en manos de otros):
Siguiendo nuestro descenso hacia el sótano de la tristeza, encontramos que se festeja no sólo la no consagración ajena sino el descenso ajeno (lo mejor que puede pasarle al clásico rival):
Un escalón más abajo y ya muy lejos de los festejos y campeonatos, encontramos (más que reprobación) la amenaza de la hinchada a su propio equipo:
Y llegando al subsuelo de la tristeza, tenemos a la hinchada que ya se olvida de celebrar campeonatos, desgracias ajenas e incluso del propio equipo que los representa en cancha:
Todos ellos, desde los 70 hasta hoy, incluso tolerando la temeraria versión colombiana de América de Cali, son unánimes deudores de un artista que lo anunció en la letra original de esta repetida música:
"El amor como el viento un día se va, el amor como el viento un día se va, con el tiempoo, con el tiempo ya lo verás…" (1974)
Todos estos hinchas, devenidos desamorados, no dejan de ser deudores del holandés Tony Ronald (1941) que, sólo después de pegarla con el hit Help (1971), pudo hacer célebre tres años después (1974) “El amor como el tiempo”.
.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario