13 de junio de 2013

Fernando De la Rúa, el presidente bostero.


13.06.2013 - Entre el 10 de diciembre de 1999 y el 20 de diciembre de 2001 la República Argentina sufrió la presidencia del radical Fernando De la Rúa, el fin de un temerario ciclo político iniciado por el liberal Carlos Menem en 1989.

La victoria de De la Rúa en las elecciones de fin de siglo (XX) respondió al profundo rechazo público hacia la figura de Carlos Menem (presidente saliente) cuya trágica gestión dejó muy deteriorada la condición económica del país: una caída del PBI de 3,4% respecto al año anterior, un desempleo del 14% (luego de haber alcanzado la cifra récord de 18,6%), una pobreza del 30%, graves problemas (y recortes presupuestarios) en materia educativa y sanitaria, un elevado déficit fiscal (con un rojo de más de $ 1000 millones) y una deuda externa de $ 150.000 millones anuales con vencimientos inmediatos de $ 25.000 millones. Podría decirse que ganar las elecciones después de Menem era tan fácil como difícil gobernar después de Menem.


Con todo, De la Rúa se hizo presidente sólo gracias a la Alianza programada con el Frepaso (partido nuevo y progresista basado en su antimenemismo). No obstante, subido como opositor a las políticas ultraliberales que destruyeron la industria, rifaron el patrimonio y aumentaron la deuda externa su primigenia política intentó ser una prolija y maquillada continuidad del régimen denunciado.

Las medidas de ajuste tomadas desde el inicio de su presidencia fueron explicadas desde la compleja situación económica heredada pero sus interlocutores (FMI, EE.UU) y la designación de sus ministros continuaban el mismo perfil liberal que había dejado al país en bancarrota.


El aumento impositivo decretado sobre las clases medias y altas, la reducción de jubilaciones, el aumento de edad jubilatoria de la mujer en cambio de (pobres) prestaciones suplementarias, la profundización de la flexibilización laboral iniciada por Menem mediante sobornos en la Cámara de Senadores (que provocó la renuncia de su vicepresidente), la (decretada) desregulación de las Obras Sociales y la continuidad de las milicias internacionales sugeridas por Estados Unidos son algunas de las medidas tomadas por su gobierno.

Pero además de semejantes decisiones tomadas (dando la espalda a la Alianza que lo llevó al poder), su liderazgo político se vio erosionado (gravemente) desde sus inicios por la forma en tomarlas. Una alta dosis de desconfianza hacia su entorno lo hizo cerrar filas sobre un mínimo círculo familiar y otra alta dosis de meticulosidad lo hizo con la pretensión de supervisar puntualmente todas las iniciativas, por lo que el proceso decisorio se volvía extremadamente lento y complejo.


La tropa se le fue disgregando rápidamente y coleccionó críticos y enemigos en tiempo récord que le esfumaron el poder de las manos. Su triste gobierno terminó de manera abrupta con movilizaciones inéditas, la fundación de los “cacerolazos”, la ruidosa queja de la clase media a la que le fueron incautados todos sus ahorros de los bancos (cajas de seguridad incluidas) y con 27 muertos y 2000 heridos en las inmediaciones de Plaza de Mayo.

Vale recordar que la medida extrema de la incautación del dinero de los ahorristas fue propiciada por Domingo Cavallo, ministro de economía de Carlos Menem, que fue llamado al cargo de urgencia y que, conexiones mediante, tomó recaudos y avisó a los grandes empresarios exportaran su dinero antes de anunciar públicamente y sin ningún escrúpulo el famoso “corralito” por el que los ciudadanos sólo podrían retirar $ 250 pesos semanales de sus (incautadas) cuentas.


Podrá decirse que cada país tiene el gobernante que se merece (?), que para Argentina sólo vale un presidente argentino y que en Argentina el fútbol está omnipresente. Viene a cuento el hecho futbolístico que tuvo lugar durante su breve presidencia: Boca Juniors jugaba la Copa del Mundo vs Real Madrid y De la Rúa no estuvo ajeno.

Un griterío ensordecedor ya había roto el silencio de la Casa Rosada tiempo antes, cuando los penales con que Boca venció a Palmeiras para obtener la Copa Libertadores de América (2000).

La fecha de llegada de Boca a Japón fue agendada por el Sr. Presidente para que entonces, a momento de partido, no hubiese ninguna audiencia ni llamado telefónico. “No interrumpir por nada”, fue la orden oída por sus colaboradores inmediatos. Sólo un mozo fue recibido con café y gaseosa.

De la Rúa no miró el partido sentado en su despacho. Salió a caminar por la Casa (Rosada) en un marco de silencio absoluto viendo los grandes televisores ubicados en los sitios recorridos.


Mientras tanto, una colmada Sala de Periodistas (en conocimiento de la actitud presidencial), esperó el momento para tomar detalles de color de este hecho particular en la Casa de Gobierno.

Cuentan que combatió su poca calma caminando y tomando varios cafés hasta que, repentinamente, los gritos y exclamaciones recorrieron los pasillos… “¡Palermo sos grande!" Los goles del Titán le dieron la victoria (2-1) a Boca y recién entonces el hincha De la Rúa rompió el cerco, se abrazó con todos sus colaboradores y llamó a todos los periodistas para ver, en conjunto, la repetición de los goles… la Casa Rosada de fiesta!

Un año después saldría de esa misma casa de noche, en helicóptero, sobrevolando los cadáveres y repudiado por un país entero.
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2 comentarios:

O dijo...

Década ganada.

Vicente Carmelo Gallo dijo...

Viva Fernando De la Rúa!! Víctima de un golpe de estado del peronismo!!! Un tipo honesto y decente que la historia reivindicará!!