Violando normas, mecanismos y protocolos, Benjamín Espósito, jubilado de un juzgado penal, buscaba infructuosamente al autor de un asesinato cometido en 1974. Entrevistas, archivos y conjeturas no daban más que nubladas pistas hasta que la decodificación de una carta lo pone en ruta.
“El tipo puede cambiar de todo, pero hay una cosa que no puede cambiar… no puede cambiar de pasión” le dicen a Benjamín y se lo llevan al Palacio Ducó donde Huracán recibía a Rácing, la pasión del asesino que estaba en la popular.
Más allá del cliché, del “forzado” tono argentinizante, el segmento de El secreto de sus ojos (Juan José Campanella) reproduce una verdad de Perogrullo instituida, creencia, culto, mito, certeza… “se puede cambiar de religión, partido político y de mujer, pero no de equipo”.
“Es curioso que los equipos se tomen como esencias inmutables: como si sus colores los hicieran iguales aunque sean, a lo largo del tiempo, tan distintos. Eso suponen, por ejemplo, las estadísticas: cuando nos confiamos en que le vamos a ganar a Bánfield porque le hemos ganado 44 de los 73 partidos que jugamos a lo largo de setenta años – y ellos sólo nos ganaron 15. O sea: el hecho de que docenas de muertos que alguna vez se pusieron camisetas semejantes a estas consiguieron esos resultados debería, por alguna razón, tener alguna influencia en el partido de esta tarde… Hay algo mágico, extraordinario, en esa presunción de que Boca sigue siendo Boca – y tiene a su favor el peso de lo que pasó en aquel partido de 1941 o de 1987…” (Martín Caparrós, Boquita, Ed. Planeta, pág. 72).
Si bien Boca le lleva una treintena de triunfos de ventaja en el historial mano a mano, Vélez – actual campeón - llega a la Bombonera con una racha invicta de 11 partidos y una heroica clasificación en la Copa Sudamericana a jugar contra el dueño de casa que viene de 4 sin ganar y 3 derrotas consecutivas que dejan a su DT – Alfio Basile – a un paso de la salida.
Y lo ganaba Vélez. Porque el tempranero Caruso lo dispuso con su cabeza a los seis minutos para después sostener la ventaja con dominio de pelota y terreno.
Lo empata Battaglia cabeceando un córner (´35) y la Bombonera parece tonificarse. Aunque se notan las diferencias de equipo y funcionamiento entre los rivales, Boca da pelea y ese es el mínimo aceptable.
El tempranero Caruso vuelve a mojar al minuto del segundo tiempo pescando un rebote en el área (cinco jugadores de Boca rodean a Rodrigo López pero ninguno toma a Caruso).
Ninguna novedad. El impulso y la solidez de Vélez serían demasiado para este pálido Boca de humores erráticos. Estudiantes había perdido su partido y el Fortín volvía a subirse a la punta del torneo en base a orden, oficio y mentalidad ganadora. Basile se iría, Boca sería un aquelarre hirviente, los paparazis sacarían fotos privadas, los rumores pasarían al papel y las internas a las tapas.
Hace tiempo que Boca no sale a comer el hígado del rival. Su gente acompaña, grita y dobla el volumen a la hora de remontar resultados. Pero la histórica reacción, aquel sello de garra xeneize parece extraviado en la memoria. Boca tiene la pelota pero no profundidad. La exagerada lateralización, siempre amiga de la previsibilidad, aleja a Palermo del juego y lo conmina al cabezazo salvador.
Vélez y el partido siguen su curso. Hasta que Rodrigo López se come un gol increíble abajo del arco de Boca (3-1 y sentencia?) y, desde entonces el viento cambió: un ángel de la historia, un espíritu inquieto o un intermediario del azar tiró una moneda al aire y entonces…
Riquelme se encuentra en la medialuna velezana bien cortinado por Dominguez, da un paso a su derecha y clava un tiro al ángulo (´64) y 9 minutos después, el arquero Montoya despeja desde fuera del área para poner la pelota en el único lugar prohibido de la cancha: a 35 metros, la cabeza de Palermo. Gol. ¿Fue de casualidad? Sí. ¿Tuvo intención de hacerlo? También.
Boca 3-2 y a desandar vaticinios. Basile se queda (Gorosito se va) y venga ese abrazo. A ver una y otra vez el gol récord de Palermo, a ver tapas y tapas de su torso desnudo, a leer que “tuvo una intuición mágica” (Pagani).
Buscarle lógica es como buscarle sexo al ángel que tiró la moneda; quizá la historia pese o sople como el viento para virar las caras del azar; o una docena de muertos que alguna vez se pusieron camisetas semejantes a estas se hayan confabulado.
Habrá que ver si los vientos quedan soplando de este lado de la Bombonera. Mientras tanto, Basile y los muchachos deben recordar que las individualidades salvan partidos y los equipos salvan campeonatos.
“El tipo puede cambiar de todo, pero hay una cosa que no puede cambiar… no puede cambiar de pasión” le dicen a Benjamín y se lo llevan al Palacio Ducó donde Huracán recibía a Rácing, la pasión del asesino que estaba en la popular.
Más allá del cliché, del “forzado” tono argentinizante, el segmento de El secreto de sus ojos (Juan José Campanella) reproduce una verdad de Perogrullo instituida, creencia, culto, mito, certeza… “se puede cambiar de religión, partido político y de mujer, pero no de equipo”.
“Es curioso que los equipos se tomen como esencias inmutables: como si sus colores los hicieran iguales aunque sean, a lo largo del tiempo, tan distintos. Eso suponen, por ejemplo, las estadísticas: cuando nos confiamos en que le vamos a ganar a Bánfield porque le hemos ganado 44 de los 73 partidos que jugamos a lo largo de setenta años – y ellos sólo nos ganaron 15. O sea: el hecho de que docenas de muertos que alguna vez se pusieron camisetas semejantes a estas consiguieron esos resultados debería, por alguna razón, tener alguna influencia en el partido de esta tarde… Hay algo mágico, extraordinario, en esa presunción de que Boca sigue siendo Boca – y tiene a su favor el peso de lo que pasó en aquel partido de 1941 o de 1987…” (Martín Caparrós, Boquita, Ed. Planeta, pág. 72).
Si bien Boca le lleva una treintena de triunfos de ventaja en el historial mano a mano, Vélez – actual campeón - llega a la Bombonera con una racha invicta de 11 partidos y una heroica clasificación en la Copa Sudamericana a jugar contra el dueño de casa que viene de 4 sin ganar y 3 derrotas consecutivas que dejan a su DT – Alfio Basile – a un paso de la salida.
Y lo ganaba Vélez. Porque el tempranero Caruso lo dispuso con su cabeza a los seis minutos para después sostener la ventaja con dominio de pelota y terreno.
Lo empata Battaglia cabeceando un córner (´35) y la Bombonera parece tonificarse. Aunque se notan las diferencias de equipo y funcionamiento entre los rivales, Boca da pelea y ese es el mínimo aceptable.
El tempranero Caruso vuelve a mojar al minuto del segundo tiempo pescando un rebote en el área (cinco jugadores de Boca rodean a Rodrigo López pero ninguno toma a Caruso).
Ninguna novedad. El impulso y la solidez de Vélez serían demasiado para este pálido Boca de humores erráticos. Estudiantes había perdido su partido y el Fortín volvía a subirse a la punta del torneo en base a orden, oficio y mentalidad ganadora. Basile se iría, Boca sería un aquelarre hirviente, los paparazis sacarían fotos privadas, los rumores pasarían al papel y las internas a las tapas.
Hace tiempo que Boca no sale a comer el hígado del rival. Su gente acompaña, grita y dobla el volumen a la hora de remontar resultados. Pero la histórica reacción, aquel sello de garra xeneize parece extraviado en la memoria. Boca tiene la pelota pero no profundidad. La exagerada lateralización, siempre amiga de la previsibilidad, aleja a Palermo del juego y lo conmina al cabezazo salvador.
Vélez y el partido siguen su curso. Hasta que Rodrigo López se come un gol increíble abajo del arco de Boca (3-1 y sentencia?) y, desde entonces el viento cambió: un ángel de la historia, un espíritu inquieto o un intermediario del azar tiró una moneda al aire y entonces…
Riquelme se encuentra en la medialuna velezana bien cortinado por Dominguez, da un paso a su derecha y clava un tiro al ángulo (´64) y 9 minutos después, el arquero Montoya despeja desde fuera del área para poner la pelota en el único lugar prohibido de la cancha: a 35 metros, la cabeza de Palermo. Gol. ¿Fue de casualidad? Sí. ¿Tuvo intención de hacerlo? También.
Boca 3-2 y a desandar vaticinios. Basile se queda (Gorosito se va) y venga ese abrazo. A ver una y otra vez el gol récord de Palermo, a ver tapas y tapas de su torso desnudo, a leer que “tuvo una intuición mágica” (Pagani).
Buscarle lógica es como buscarle sexo al ángel que tiró la moneda; quizá la historia pese o sople como el viento para virar las caras del azar; o una docena de muertos que alguna vez se pusieron camisetas semejantes a estas se hayan confabulado.
Habrá que ver si los vientos quedan soplando de este lado de la Bombonera. Mientras tanto, Basile y los muchachos deben recordar que las individualidades salvan partidos y los equipos salvan campeonatos.
13 comentarios:
A propósito del gol de Palermo... fue uno de esos, que uno sabe si calificar de insólito o genial.
Saludos.
Muy buen post caligula. Lo de Boca ayer la verdad es que fue muy copado de ver...la verdad que casi todo el partido Velez fue mejor como equipo...pero es verdad que un Palermo no lo tienen todos los equipos y el loco sigue demostrando que la tiene mas que clara, que siempre esta donde tiene que estar y convirte como sea .... no es habilidoso ni elegante ni tiene un futbol que de alegria ver...pero el tipo mete los goles...esta ahi...
Pipo se va si...y lo de River es terrible..no creo que cambie demasiado hasta fin de año esto..las elecciones y el cambio de dirigencia se nos esta haciendo mas que urgente...Pero sin dudas se viene un cambio de aire.
Uma partida fantástica e um belo gol do Palermo de cabeça quase do meio campo.
Festejan las coperas de Cocodrilo. Este Sábado Alfio da propina doble!...
No fueron los cuernitos, ni el trapo en el alambre ni cambiar de hotel,fueron los tres de siempre cuando se ponen las pilas...Dios mio!...felicitaciones también para la magnífica delantera velezana (Caruso, Sauro y Paletta) que tridente ofensivo!!!
PD. Sr, Caruso, ya sabe donde puede meterse el banderín. Más respeto la próxima vez.
Entao o Boca Juniors costuma se dar bem encima do Velez? Acho que com essa vitoria o Boca tem tudo pra se recuperar no campeonato, abraço.
Saudações do Gremista Fanático
Tremenda precisión en el rechazo de Montoya!
El mejor centro que he visto en mucho tiempo.
¡Clap!¡Clap!¡Clap!
Aplausos Calígula por tu post.
Im-pe-ca-ble 100% lo mejor que he leído hasta ahora. Encima bien escrito.
Va como amenaza: ¡Seguiré a este blog!
.-Compré la revista "Un caño" que vos recomendaste, me pareció muy buena. Tiene profundid, es inteligente y completa; tiene humor y calidad. Hablan de lo que nadie habla. Periodismo del bueno, que no es poco.
.-Entraré en el sitio que me recomendás para saber porqué no dobla la pelota que según el lector Esteban es por culpa de la física. ¡Maldita física!
Un abrazo
@ El Braca: creo que en este caso "genial" e "insólito" no son calificaciones "excluyentes".
@ Nanu: a medida que pasa el tiempo, el fenómeno Palermo se hace más difícil de explicar.
@ Saulo y Gremista: Boca trata de levantarse.
@ Patota: Bienvenido otra vez!!! Alguien comentó que el Panadero Díaz cambió la marca del talco.
Aconsejo, cuando juega Paletta, no sentarse en las gradas más bajas o, de ser imposible, llevar casco.
@ wilde: no desdigas a Pagani: ¿O no viste que el Titán "tuvo una intuición mágica"?
@ Luis Eugenio: pasá Luis, te hacemos lugar en los sillones.
El sitio explicativo no es mas que este mismo con fecha anterior. No dejamos de urgar en el nombre del blog.
Gran partido, golazos los de Palermo y Román y un reconocimiento para Caruso a pesar de la derrota
Tristelme la embocó y llovió.
Soy gallina, pero hoy me sacio el sombrero por el Titán, y quemando las naves pienso que el tipo tiene que estar en la selección
Me encantaría que juegie el pipita porque tiene tanta ó más suerte que Palermo, pero lo del lungo es impresionante.
Chicos, fueron dos golazos, el de Roman para vitrina y el de Palermo para dar la vuelta olímpica. Tu post es impecable Calígula, y tal cual como decís, le pega de casualidad pero quiere hacerlo y se le nota. Y el abrazo del final entre los dos referentes una postal para esperanzarse.
Abrazo bloggero.
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