09.08.2012 - El largo otoño (futbolístico) de Ariel Ortega llegó a su fin cuando (ayer) a los 38 años, el Burrito decidió (oficialmente) retirarse del fútbol profesional.
Tres mundiales (EE.UU.1994, Francia 1998 y Corea-Japón 2002), 87 partidos de selección (17 goles) a la que entró reemplazando a Diego Maradona (de piernas cortadas) para hacerse cargo (en pleno Mundial 94) con 19 años.
El último gran ídolo de River abandona las canchas lejos del Monumental, jugando (en su última temporada) para Defensores de Belgrano (Primera B), antes de pasar por All Boys e Independiente Rivadavia de Mendoza cuando ya no tuvo lugar en el club de sus amores.
Allí vivió cuatro ciclos (91-96, 2000-2002, 2006-2008 y 2009-2011) pero su (largo) retiro fue en 2008, cuando presa de su adicción al alcohol se hizo insostenible su presencia en el plantel. Diego Simeone y luego Juan José López coincidieron con el abal presidencial de Daniel Passarella quien, aún sin anular su contrato, fue quién más oportunidades y consejos le brindó.
La carrera profesional de Ortega fue una clara representación de su personalidad. Tan indisciplinado dentro como fuera de la cancha. Difícil de marcar y de encajar en la táctica fue duro de roer tanto para rivales como para entrenadores y precisamente ese desorden, edulcorado con asombrosas y exóticas gambetas, fue su mayor virtud.
Nunca pudo adaptarse fuera del país (Valencia, Sampdoria, Parma, Fenerbahce) y casi tampoco fuera de River (donde dio 7 vueltas olímpicas).
Su período de madurez, cuando el cuerpo ralentiza y la mente acelera, fue tan bueno como breve. Las gambetas innecesarias quedaron de lado y el panorama junto al buen pie fueron su distinción. Pero para entonces el fútbol ya pesaba en su vida y nos privó de no pocas exquisiteces.
Se va el Burrito, una época (pos-maradoneana) que queda grabada entre las mejores de nuestro fútbol. Y a empezar a contar cuanto pasará hasta que River vuelva a generar un ídolo de su calibre.
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