25 de febrero de 2014

Inter, el frustrado negocio de los Moratti.


La sangre derramada por los Bardi, los Peruzzi, los Albizzi y los Médicis sólo puede encontrarse en los libros de historia. Las correrías de los Bonanno, los Colombo, los Genovese, los Gambino y los Lucchese están algo más cerca. Los Pirelli, los Falck, los Feltrinelli y los Moratti pasean por la ciudad entre los monumentos legados de la Milan renacentista de los Visconti y los Sforza. Las ricas familias italianas no dejan de celar la ubicación de sus apellidos en la historia peninsular. Riqueza, poder, influencia, política y métodos se confunden detrás del mostrador de la ley.

En tiempos en que la propia Banca de Italia (Banco Central) define a la mafia como «la primera empresa del país», con una facturación superior a los €150.000 millones (10% del PIB italiano), el fiscal de Roma, Giancarlo Capaldo, también cuenta sobre la reconversión de las familias mafiosas en este siglo XXI, una transformación camaleónica, invisible a ojos de la sociedad, en que los mafiosos realizan trabajos en política, administración, o se convierten en empresarios: «Todas las bandas mafiosas están abandonando las técnicas tradicionales que tenían para controlar el territorio, como la extorsión o la violencia. Han comprendido que hoy, en una sociedad globalizada, es más importante controlar la economía, la política y la administración, que gobernar un territorio, como hacían antes.» Del mismo modo que los ingleses percibieron la importancia del dominio comercial por sobre el territorial de las colonias americanas o los ricos conservadores (del siglo XX) abandonaron sus brazos armados militares para desaparecer opositores, el poder abandona los barcos y los uniformes para solaparse anónimo bajo invisibles flujos de dinero.


Hoy, los Moratti, algo más que una familia rica del “Belpaese”, son la cara más influyente y políticamente transversal de la alta burguesía milanesa. Representan la Milán republicana y laica frente a la Turín monárquica y conservadora de los Agnelli, la Fiat y la Juventus. Después de administrar la fundación del viejo Ángelo, y de sobrevivir al tornado ochentoso de Berlusconi, los “cosmopolitas, mundialistas y hasta de meritocráticos” Moratti no se bajan del ránking de riqueza pero sí comienzan a bajar de las marquesinas.

El negocio del petróleo y el Inter de Milán ya no son más los mismos. Con un magnate indonesio en casa y los rusos tocando a la puerta, el orden puede estar amenazado en la Casa Moratti. Gian Marco vs Massimo, guerra. Se terminó la historia de la familia. Los hermanos se dividen el patrimonio y otra rica familia del capitalismo italiano pasa a retiro.

Siendo que en Italia no existen yacimientos, la gran fortuna de la familia Moratti viene del petróleo. Fue el patriarca, Ángelo Moratti, el primero en entender que los hidrocarburos iban a sustituir el agua en la producción de energía eléctrica. El petróleo y el gas en lugar de la energía nuclear (rechazada por referéndum popular en 1987).


El viejo Ángelo (nacido en 1909) aprendió sobre petróleo desde que se empleara en la empresa Permolio, Sociedad Anónima Permanente de Petróleo, propiedad de la familia noble romana de los condes Miani que lo envían a Génova (puerto de entrada para el norte italiano). Vuelve a Milán (1937) a tomar participación en la Sociedad Minera Trasimeno, que explota una mina en Pietrafitta (Perugia), cuando el régimen fascista favorece la extracción de recursos nacionales (combustibles) por el parado mercado petrolífero. La mina de Pietrafitta de los Moratti toma importancia estratégica nacional y, después de sortear el sabotaje de las tropas alemanas de 1944, Ángelo copia a los norteamericanos que apuestan al petróleo. Se asocia con el riquísimo Giorgio Enrico Falk y funda la refinería siciliana Raisom (1948). Lo visitan agentes de la Esso de los Rockefeller, le absorben el 80% de su producción y luego se la compran.

Ya rico, Ángelo arma la refinería Saras (1962) cerca de Cagliari que, con 15 millones de toneladas anuales, se convierte en el principal establecimiento petrolífero del área mediterránea y cubre un cuarto de las necesidades de un mercado italiano en pleno boom económico.

Ya en el paraíso de los dueños del oro negro, sentado en el consejo administrativo de Mobil, Esso y Texaco, sale a las marquesinas. Le falla su inversión en la prensa, entonces, copiando a los Agnelli con su Juventus, compra la vieja Internazionale Ambrosiana, segundo equipo de la ciudad de Milán, que rebautiza como Inter, el primer club de fútbol italiano dirigido como una gran empresa: Moratti llega en 1955, lo mete en la Bolsa, compra un entrenador costoso (Helenio Herrera) y gasta en jugadores (Sandro Mazzola, Giacinto Facchetti, Tarcisio Burgnich, Armando Picchi). Tres copas de Italia, dos Copas de Campeones, dos Intercontinentales, muchos aplausos y más deudas. En 1968 se va y deja la dirigencia en manos de Ivanoe Fraizoli, un industrial que produce uniformes.

En la línea de copia a los Agnelli, Ángelo Moratti construye su sucesión en la línea masculina de su abundante descendencia. Pero ninguno de los hijos estuvo a la altura y quedaron bajo la sombra de un padre legendario. A Gian Marco (n.1936) le toca Saras y a Massimo (n.1945) la tarea de recuperar la propiedad de Inter.

Massimo recupera Inter en 1995 y colecciona menos gloria que deudas hasta el ciclo positivo que empieza en 2004 con Roberto Mancini (DT) y sigue con la Champions League de Mourinho (DT) en 2010; una felicidad doble, la Copa y la ocasión de repetir el éxito que hace 46 años había alcanzado su padre. Pero a un costo de horror: € 1000 millones de pérdida y € 460 millones de deudas.

Su hermano mayor Gian Marco, tampoco va de parabienes. Saras no funciona bien. Su capital, que era de € 5000 millones, ahora es de € 870 millones. El mundo alrededor de la familia culpa de la debacle al fútbol. Parece que el Inter traga más dinero que un tragamonedas. Sin embargo, la Saras no tiene mejor suerte. En 2012 tuvieron que vender por € 178 millones el 21% de la sociedad a Rosneft, gigante energético controlado por el gobierno ruso.

Massimo tuvo que desprenderse de semejante paquete, un Inter salvaje tragamonedas. El jefe de la empresa Pirelli, Marco Tronchetti Prover, consigue un interesado que lo saque del atolladero. Así, Erick Thohir, magnate de Yakarta, compra el 75% del club y se dispone a pagar deudas.

Así, después de la Roma (60% en manos del empresario estadounidense James Palota), el Inter es el segundo equipo de la Serie A que queda en manos extranjeras (€ 300 millones). El accionariado del club 18 veces campeón de Italia está ahora compuesto de International Sports Capital (70%), sociedad propiedad de Thohir y sus asociados indonesios, Rosan Roeslani y Handy Soetedjo, junto a Internazionale Holding (29,5%), que pertenece a la familia Moratti (mientras que el 0,5% restante se divide en pequeños accionistas). El club precisó la nueva composición del consejo de administración, con cinco indonesios, Thohir, Roeslani, Soetedjo, Thomas Shreve e Hioe Isenta, y tres italianos, Angelo Mario Moratti, Rinaldo Ghelfi y Alberto Manzonetto.

“Soy un idealista”, recalcó el empresario Erick Thohir, que ahora estudia la construcción de un nuevo estadio y una ofensiva de marketing mundial. Actualmente es el principal productor y distribuidor de automóviles de Indonesia —coopera con Toyota, Daihatsu, y Peugeot—, y tiene negocios en los sectores de la construcción, la agricultura, la máquina herramienta, los servicios financieros y las tecnologías de la información a través de su Grupo Mahaka, un gran conglomerado de empresas que actualmente incluye periódicos —entre ellos el diario musulmán de mayor tirada, Harian Republika—, revistas, radios —Gen FM es la más escuchada en la capital—, cadenas de televisión —algunas dedicadas íntegramente al deporte—, y otras empresas de los sectores de la publicidad y el ocio. La compra de clubes deportivos es solo un hobby que, poco a poco, va integrando en su creciente negocio de prensa.

Es muy fácil elegir el club del que hacerse hincha para los chicos. Casi tan fácil como señalar una estrella en el cielo. Se trata de mirar la televisión, los colores de la camiseta, la cantidad de títulos ganados, algún jugador predilecto y salir a comprar la cartuchera y la camiseta de Manchester United, Manchester City, Chelsea, Real Madrid, Barcelona, Bayern Munich, Juventus, Milan o Inter.

Inter lleva a muchos argentinos en su plantilla. El subcomandante Marcos y Uma Thurman cayeron a los pies de la constancia de Pupi Zanetti y la inteligencia de Cuchu Cambiasso.

Chicos, el Inter es una empresa que, saliendo de las redes de las familias italianas, entra en los hobbys de un multimillonario indonesio que pretende, a través de la prensa y el fútbol, ganar adeptos y clientes en Asia. Después de todo, ni Zanetti, ni Cambiasso, ni ningún jugador pago por el empresario, les traerá un souvenir.

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