30 de abril de 2014

Violencia y seguridad en Río de Janeiro a las puertas del Mundial 2014.


Es un clásico mundial. Cada cuatro años el OVNI llamado FIFA aterriza en un país al que conmina a construir estadios, reformular infraestructuras, cambiar sus leyes y sonreír para la foto durante treinta días. Los trabajadores tocados toman la coyuntura (con fecha de vencimiento) y amagan con huelgas. El combo se completa con amenaza de atentados y despliegues de seguridad.

Esta vez le toca a Brasil que, ante la vista del mundo, no puede disimular su tajante desigualdad interior. A las puertas del Mundial 2014 y los JJOO 2016 se exigen resultados del proyecto represivo - pacificador en las favelas cariocas que ya lleva cinco años. Los grupos narco fueron debilitados pero, atrincherados en áreas periféricas siguen controlado la venta de droga en favelas estratégicas.

La Policía Pacificadora (UPP), una versión edulcorada de la corrupta y violenta Policía Militar, sigue allí. Las denuncias de abusos y muertes de civiles ajenos a los grupos narco se suceden cada semana mientras el Gobierno del Estado de Río invade las favelas más conflictivas a la caza esquivando lluvias de piedras y balas.

Las imágenes que recorren el mundo espantan visitantes y siembran dudas sobre la efectividad represiva. El último episodio de Copacabana, la muerte de Douglas Rafael da Silva Pereira, y los tiroteos permanentes en la favela Rocinha, enclavada entre los pudientes barrios de Leblon y São Conrado, muestran que el cinturón de seguridad de la zona sur de Río está lejos de ser una realidad. No es sorpresa: incendiar autos y destrozar todo después de que la policía mata a alguien.

Las estadísticas divulgadas por el Instituto de Seguridad Pública (ISP) de Río de Janeiro arrojan que en el Estado de Río se registraron, en los últimos 8 años, 35.879 asesinatos, 285 lesiones corporales seguidas de muerte, 1.169 robos seguidos de muerte, 5.677 muertes derivadas de intervenciones policiales, 155 policías militares y civiles muertos en acto de servicio. Un cómputo total de 43.165 fallecidos, más de 500 muertes al mes sin contar los más de 38.000 desaparecidos ni las más de 31.000 tentativas de homicidio.


En combo, los agentes de la Policía Federal brasileña repiten paros en 25 de los 27 estados del país (Río de Janeiro y Sao Paulo) y amenazan con declararse en huelga durante el Mundial si sus reivindicaciones por mejores condiciones de trabajo no son atendidas. La Policía Federal, responsable del control de las fronteras, los aeropuertos, los puertos y el combate de los delitos federales (narcotráfico, contrabando y corrupción), exige reajuste salarial, mejores condiciones de trabajo, un plan de ascensos y una reestructuración en la institución.

"Hace siete años nuestros salarios no son corregidos, ni por la inflación. El Gobierno ya reajustó el salario de todos los funcionarios públicos pero se olvidó de los policías federales… Pero no protestamos sólo por los salarios. Nuestros problemas son muchos y grandes y su solución exige una reestructuración de la Policía Federal. El trabajo actualmente es inviable. La nómina de 15.000 policías hace algunos años fue reducida a 10.000 este año. La fuerza es insuficiente; muchos agentes tienen que trabajar hasta doce horas diarias y los aeropuertos están desprotegidos", cuentan.

Otro clásico, en conjunto, es la visión europea a través de informes que suelen publicarse desde países como Inglaterra y Alemania. En efecto, el ministerio de Asuntos Exteriores alemán dio a conocer un nuevo informe sobre la seguridad que ofrece Brasil a los turistas que llegarán para el Mundial.

En su sección “servicios al ciudadano”, el informe cuenta sobre una nación donde no se respetan las leyes y donde el turista corre el riesgo de ser víctima de ladrones, secuestradores o simplemente verse envuelto en enfrentamientos entre la policía y bandas criminales.

“Redadas y delitos violentos no están descartados, lamentablemente, en ninguna parte en Brasil. Grandes ciudades como Belem, Recife, Salvador Fortaleza, Río de Janeiro y Sao Paulo ofrecen una alta tasas de criminalidad”.

“En principio hay que actuar en forma precavida en regiones o en barrios de ciudades que son consideradas como seguras”.

El Ministerio recomienda a los turistas alemanes que renuncien a lucir ropa llamativa y joyas cuando salgan a pasear por las calles, eviten llevar grandes cantidades de dinero y oculten en bolsas artículos electrónicos (celulares y notebooks).

“En caso de ataque no se debe oponer resistencia, porque los ladrones por lo general actúan bajo la influencia de drogas, están armados y no se dejan atemorizar por acciones violentas”.

“Las calles vacías del centro deben ser evitadas durante los fines de semana”.

“Se recomienda que en bares y otras locales no se debe dejar una bebida sin vigilar y tampoco acompañar a una prostituta a un hotel escogido por ella”.

A no alarmarse (tanto) señores alemanes. Es un clásico. Los Mundiales conllevan estas previas de plazos y angustias mediáticas. El flujo de dinero (que deja u$ 1000 millones en las arcas de la FIFA) no sufre pozos de aire.

El coronel Frederico Caldas, Coordinador General de la Policía Pacificadora, cuenta que “todos los grandes eventos que se han celebrado en Río de Janeiro tienen en común que han sido tranquilos. Fue así en la conferencia Río+20, en la visita del Papa y en la Copa de las Confederaciones. Aunque el coronel Caldas se olvida de los incidentes y la represión durante la Copa Confederaciones, la presidenta, Dilma Rousseff, adelanta que ésta será recordada como la “Copa de las Copas”, en referencia al regreso del Mundial tras 64 años al país más campeón, a la casa del fútbol, el sol y la diversión.

Quédense tranquilos turistas europeos. Los operativos de seguridad serán tan temerarios como inmensos y, si es que Brasil logra llegar a la final, la euforia colectiva sofocará cualquier posibilidad de protesta.

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