Pudo haber sido en Entre Ríos, Santa Fe o Paraguay, pero el vago nació en el norte correntino para bajar a los barrios porteños cuando se separaban los Betales y despuntaba Johan Cruyff. El barrio porteño recibió a la familia de los seis hermanos en la unánime habitación de un conventillo de baño lejano y el empedrado de Barracas cruzaba a los mayores en sus mandados de trabajo. Beto, el menor, no era el más solícito; sus empleos de cadete no fueron duraderos, los trámites vespertinos solían alargarse café y medialunas mediante pero su asistencia era perfecta cuando de ir a la Bombonera se trataba. La situación íntima mejoró cuando el padre encontró su segundo puesto de portero – siempre en el sur – para repartir la tropa en cuatro cuartos. En los años del Mundial 78, cuando ya duplicaba su salario jugando en la villa, estuvo “guardado” unos días, averiguación de antecedentes – le decían – portación de humildad barrial o reunión grupal; tampoco era el más correcto de todos cuando se reunía en el bar. Ahí le llegaban los pedidos para los equipos que se encontraban villa adentro: la importancia de salvar el mango y el desequilibrante Beto. Una tarde como cualquier otra cruzó el puente y se fue a probar a Rácing. Cacho Jiménez lo tomó pero no llegó a tiempo para fichar y de aburrido se fue a seguir laburando y pateando por Barracas entre veredas roídas y olores raros.
El mito que circuló en Caballito hizo aparecer un pibe de 20 años que llegó al club de la mano de un allegado a Timoteo (Griguol) después de verlo jugar en la calle. Ferro ascendía de la mano del ídolo Cacho Saccardi – vuelto del Hércules - después de un duelo inolvidable frente a Almirante Brown para lograr asentarse definitivamente en primera división. Pero el equipo que entonces se estaba gestando superó las expectativas. No sólo permaneció en primera, sino que logró dos campeonatos, dos subcampeonatos y una presencia ininterrumpida durante cinco años en los primeros puestos de cuanto se jugara en Argentina. Beto apenas tuvo presencia en el título de 1982 (cuando aun, jugando en primera viajaba en el 25, se internaba en el gimnasio y dormía en la portería del viejo), pero fue líder y figura del Nacional 1984, antes de recibir el Olimpia de Plata que el año anterior le habían vetado para premiar a Ricardo Bochini. Cinco años lo separaban entonces del potrero, algo más de un año del abandono del mismo 25 que también tomara para ir a probarse en Ferro (19) bajo la mirada del mismo Cacho Jiménez.
Con el pase en su poder (jugó por el 20%), se fue a Toulouse donde brilló – sin campeonar - durante siete años, mechando premios y participaciones en la selección argentina cuya brevedad sólo puede explicar un personaje como Bilardo y un marciano como Maradona. El año 86 lo encuentra en su mejor y más inoportuno momento. Cuando Argentina domina el panorama futbolístico mundial bajo la suela de Diego, jugadores como Beto Márcico y Claudio Marangoni lo miraban por televisión.
En la década del 90, Antonio Alegre y Carlos Heller lo traen a Boca. Menos goleador que fabricante mágico de espacios cambió el 9 por el 10 para cumplir su sueño: levanta a un alicaído xeneize, sale campeón y la Bombonera llena iluminó una noche de viernes con miles de llamas de encendedor para cantarle el feliz cumpleaños. Ya era un Beto grande, el jefe de los “halcones” (Giunta, Tapia) que picoteaban a las “gaviotas”(Navarro Montoya, McAlister), el promotor de la joda, el termotanque de camiseta blanca que llenaba el BMW negro de pilchas y champagne.
Terminó sus días profesionales bajo el mismo maestro de los inicios. Timoteo se lo llevó a Gimnasia y Esgrima La Plata y ahí jugó algunos partidos entre balanzas, médicos y quirófanos. No cuidó su cuerpo, uno de los menos tratados del alto fútbol. Pero cómo jugó. Vive en Francia donde dirige chicos que juegan en la cuarta división. Dicen que todavía hay algunos marcadores que van a verlo – cuando se pega una vuelta porteña - para ver si todavía tiene la pelota entre los pies. En una de esas esporádicas visitas lo hicimos padrino de La Pelota No Dobla.
8 comentarios:
Sí amigo, ya te tengo en mis favoritos...
Éxitos!
Si pienso en el Beto Marcico se me viene a la cabeza cuando le hizo el gesto de la banda al asistente en un super clasico,
Igual fue un gran jugador del futbol argentino. Grande el padrino.
SAludos
Devo
Es un buen padrino...
Marcico dejo su sello por nuestro futbol.
Un abrazo y buen post.
Lo recuerdo todo gordito jugando para gimnasia LP y la gastaba!
abrazo de gol
www.tremendamentemotivados.com
Ruben
je je je
Que golazo le hizo a Chacarita en el 3-2...
Gracias a todos por pasar.
Grande Beto, que jugador xD!!!!
Y al final era muuuuuyyyy grande!!!
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