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28 de marzo de 2008

El largo otoño de Ariel Ortega.

Cuando el periodista le dijo que había cumplido 300 partidos en Ríver se sorprendió y deseó “jugar 300 partidos más”. Cuando a los pocos días cumplió los 34 años hubo sentido el efecto. Hace poco más de un año blanqueó la conocida adicción y desde hace bastante más perdió el control. El mismo Passarella que lo hizo debutar a los 17 lo acobijó en su peor momento sobrellevando recaídas, una tras otra, en busca de una continuidad que se extravió en el tiempo y una alegría que no vuelve. Lo dispensaron, lo contuvieron, lo trataron, le dieron la cinta de capitán y no menos privilegios.

En la mañana (27.03.08) no llegaron a Ezeiza – donde entrena Ríver – más que los rumores confirmados. Pasó la noche en el cumpleaños que Vanesa Carbone (modelo) festejó en Rumi, a cuadras de Ríver, junto al plantel de Independiente (de la mano de Assman) y a varias conejitas de Playboy. Muebles y vidrios rotos en la madrugada de su casa invitaron a la policía a detenerlo y a su mujer a denunciarlo.

Es un largo otoño el del burrito Ortega, la eterna promesa que nunca se cumplió, quien sucediera al Diego de las piernas cortadas, quien viajara por Asia y Europa como de exóticas vacaciones para siempre volverse.

Y el último regreso, después de campeonar en Newells Old Boys (2004), lo mostró más adusto que alegre, con menos dribbling que asistencia y más inteligencia que despliegue. Pero como su endiablado juego se basó siempre en la habilidad y la particular destreza física es que duele ver como sus piernas no responden a la velocidad mental que las comandan.


Se va el último ídolo de Ríver. El burrito Ortega, la promesa que nunca terminó de cumplirse.


4 de marzo de 2008

WALTER GOMEZ: RETROTAPA Nº2

Hoy se cumplen 4 años de la desaparición de Walter Gomez.
Vaya este pequeño homenaje para la leyenda riverplatense.


La mañana parecía fría atrás del vidrio. El sol todavía no había venido a apagar la iluminación de las calles por donde corría la hojarasca como huyendo de un barrendero ausente. No tuve tiempo de encender la cafetera ni de mirarme al espejo; las agujas del reloj en un lugar poco apropiado me despidieron a terminar de acomodarme la ropa en el ascensor. Había sospechado, por un instante, que la noche larga podía tener su costo pero, después de todo, valió la pena. Ahora unas veinte personas estarían esperando en la puerta del local a que llegara alguien con las llaves para abrir las puertas.
No esperaba encontrar un piquete arrugado de congoja o atacado por la conciencia pero sí encontrar a los muchachos algo incómodos por no poder desayunar o sencillamente por resignar los modos de su rutina diaria; sin hablar de los compromisos impostergables que cumplir y que hacían la pérdida de un minuto grave como su duplicado. En menos de lo que canta un gallo debía estar allí y todavía el mecánico, como si de fabricarlo nuevamente se tratara, no me devolvió el auto, porque esto y aquello. Un taxi libre por estas horas no es moneda común; mi suerte matutina de aquel día se tomó unos preciosos siete minutos en hacer aparecer uno. Por favor haga lo más rápido posible, estoy con urgencias – dije automáticamente antes de dar el destino para acentuar la prioridad del caso. Tomé el celular, hice un llamado, acomodé el portafolios y recién entonces pude ver el interior del coche que parecía flotar sobre el asfalto: impecable.
Por favor, acelere que estoy muy apurado – requerí nuevamente, cuando el chofer retomaba su ritmo callejero que no era el que yo necesitaba. Entonces la radio dio una noticia sobre Maradona, creo que algo relacionado con Grondona o sus hijas. ¡Qué grande el Diego! Fue el disparador que salió así, como para descomprimirme sobre la velocidad de las ruedas que mi tensión no empujarían. Y entonces el taxista, afable y despierto como si fuesen las once de la mañana, habló de fútbol. Y habló de fútbol mientras pisaba el acelerador por la avenida y esquivaba autos de la manera en que también yo sabía hacerlo en apuros excepcionales, sujeto a todo tipo de infracciones y maniobras poco prudentes. Noté que sus nombres y modismos eran demasiado pretéritos y entonces a una interpelación indirecta giró hacia atrás a mirarme – siempre con las manos al volante y los pies al acelerador – e inquirió: ¿cuántos años crees que tengo? No sé, pero si me sigues mirando nos vamos a hacer percha, pensé mientras le tiré un número setentoso. No, tengo 84 años...
Entonces los autos que veía pasar hacia atrás a través de la ventanilla, por entre el zigzag de este eximio y añejo piloto se convirtieron en cometas, meteoritos, amenazantes bolas de fuego que rozaban mis narices. ¡Suerte la mía! 84 años pisando en una avenida tupida, y todo por unos minutos de retraso.
“Lo mejor que yo vi fue Walter Gómez. Y mirá que vi algo de fútbol yo eh! ¿Y Di Stéfano? Sí, Di Stéfano, Moreno, Pedernera, Garrincha, todo lo que vos quieras pero lo que le vi hacer a Walter Gómez no se lo vi hacer a nadie...”
Este taxista mío de 84 años que iba zigzagueando entre autos por la avenida se posesionó. Y entonces sus ojos buscaban los míos por el retrovisor como para compartir conmigo aquellas tardes en el monumental que, obviamente, aun lo emocionan. Por supuesto que mis ojos eran esquivos a los suyos y miraban la ruta que ellos no miraban. Pensé en el olor de las calas, en un jardín de jazmines...
“Walter Gómez era una maravilla, no se la podían sacar, las cosas que hacía, como jugaba, iba, venía, volvía... lo que hacíamos para ver a Walter Gómez, no comíamos para ir a ver a Walter Gómez”.
Y el hombre, o mejor dicho su discurso se convirtió en una bola de recuerdos que, como la nieve, va incrementándose a medida que discurre por una empinada ladera de años; no podía meter un aviso en su arremetida, no había quien le hiciera sombra a Walter Gómez. Sólo logré atenuarlo cuando ya entramos en calles de tránsito leve. Hizo un silencio y trastabilló cuando le pregunté ¿mejor que Diego?... y ... – le costó decir - ...no.
Cuando estábamos llegando, sanos y salvos, me adelanté a decirle que me bajaba en la esquina. No quise que los muchachos me vieran hablando con el taxista – unos pocos minutos – en vez de ir a abrirles la puerta.
RELACIONADO: RETROTAPA Nº1

4 de febrero de 2008

RETROTAPA Nº1

2 de mayo de 1937. A la izquierda Providente (1 gol), a la derecha Varallo (3). Entre los dos hicieron los 4 goles para que Boca Júniors se imponga como visitante al Rácing Club por 4 a 3.

Pancho Varallo está cumpliendo 92 años (05.02.08): "No me da bronca que Palermo se acerque a mi récord, pero les pido cuenten bien los goles, eh..."

6 de noviembre de 2007

Leguizamón.


Estudiantes está lejos del campeón del Apertura 2006. Ya lo dijimos, fue el equipo de la más dolorosa sangría exportadora. Vuelve entonces a inmiscuirse en una mitad de tabla sin riesgos ni emociones hasta que…

CHAPTER 1

La temporada la define el clásico y La Plata volvió a vestirse de rojo y blanco. Por la fecha 15º del Apertura, Estudiantes volvió a vencer a Gimnasia y Esgrima (1-0) llevándose los puntos del clásico nº 142 para estirar la ventaja 48 – 44. Técnicamente el partido fue pobre, emotivamente fue superlativo. Está fresco el último encuentro (2-1) y más aún el anteúltimo (7-0). Simeone plantó un 3-4-3 contra un esperado 4-4-2 de Falcioni que daba resultado. Pero el partido tuvo un penal errado (Mariano Andújar le atajó a Germán Herrera) diez minutos antes del gol pincharrata, un expulsado (Agustín Alayes) y un hecho que quedará en la memoria.

CHAPTER 2

Terminado el primer tiempo la cabecera de Gimnasia era poco menos que un caldero. Germán Herrera no podía errar el penal, y menos diez minutos antes del gol de Estudiantes. Baldassi tocó el silbato y los jugadores se iban a los vestuarios cuando, cerca de la mitad de la cancha, en el campo que había sido de Estudiantes, Verón y Leguizamón intercambiaron camisetas. La bruja tomó la camiseta, la dobló, la hizo lo más chica posible y desapareció. Leguizamón hizo lo mismo, pero cuando empezó a oír insultos se la escondió adentro del pantalón cuando llegaba a la manga que lo esperaba inflada. Pero no entró en la manga sino que se fue caminando por un costado, lo que provocó una avalancha de insultos hacia el alambrado.
En la tribuna: "¡Estamos perdiendo y cambia la camiseta adelante de todo el mundo, como va a hacer eso!" "¡¿para qué quiere una camiseta nuestra Verón, cómo se la va a pedir? ¿Nos toma el pelo este muchacho?!".
En el palco, tajante silencio.

En la salida del 2º tiempo: "sacalo al ocho, la p... que lo p... sacalo al ocho, la p... que lo p...", y como para disipar dudas, "Leguizamón, Leguizamón, andá a la p... que te p...". Leguizamón duró unos terribles 26 minutos en cancha. Fue reemplazado por Piergüidi.

CHAPTER 3

Cerca de las 18, cuando los jugadores salían de los vestuarios, un imaginable racimo de periodistas rodeó a Leguizamón que guardó silencio. Silencio que se llenó de rumores sobre un ciclo cerrado en Gimnasia y Esgrima.

CHAPTER 4

“El clásico además de la derrota dejó otra mancha más para nuestra gente. Es que Luciano Leguizamón no entendió lo que era jugar un clásico, en el entretiempo cambió la camiseta con un jugador de Estudiantes y por razones institucionales y no deportivas, la Comisión Directiva decidió separarlo del plantel. Todo comenzó en el fin del primer tiempo del clásico 144, cuando Héctor Baldassi pitó y en pleno mediocampo, el delantero se acercó al jugador número 11 rival e intercambió su camiseta. Sin dudas una actitud inadmisible y una falta de respeto para el socio e hincha que con tanta pasión y locura colmó la tribuna visitante del Estadio Ciudad de La Plata. Cuando comenzó el segundo tiempo, el jugador continuó en el campo de juego y la hinchada hizo sentir su disconformismo por esta actitud agraviante, siendo además, una muestra clara de la falta de concentración de parte de Leguizamón. Con todo esto, en la próximas horas se instrumentarán los pasos para que el jugador Luciano Leguizamón sea separado del plantel profesional y que esto sea tenido en cuenta por el cuerpo técnico encabezado por Julio Falcioni, para armar el equipo en el futuro cercano”.

M.N.V

Depto. de Comunicación Institucional

CHAPTER 5

El arquitecto Giménez, dirigente tripero, salió a enfrentar los micrófonos: "nos vamos a reunir a debatir la resolución. Cuando me preguntan a mí, Carlos Giménez, hincha de Gimnasia, ya tengo una posición sentada, lo que no quiere decir que sea la decisión de la Comisión Directiva"… me produjo un profundo desagrado la situación. Si lo tomamos como un hecho aislado, es un hecho menor, son dos camisetas que se cambian, pero si lo tomamos en el marco de la pasión que desata el fútbol, que la pasión es lo que mueve al hincha, lo que son los colores para la gente que pasó uno o dos días haciendo cola para sacar las entradas, el despliegue de las filiales, el tipo que se incendió en la tribuna, para que un jugador que vos supones que está con la cabeza en el partido, pensando en ganarlo sea como sea después de que se malogre un penal y que te van ganando uno a cero, cómo se entiende que tenga la lucidez para intercambiar la camiseta con Juan Sebastián Verón que indudablemente es el emblema máximo de la historia del fútbol de Estudiantes"… "seguramente esta noche vamos a intercambiar ideas y vamos a ver qué opinan nuestros compañeros, a ver si coincidimos o no en lo que yo pienso… hay que sentar un precedente para que esto no vuelva a ocurrir, por los hinchas".

CHAPTER 6

"Antes de empezar el partido Verón me dijo que tenía un ahijado que era hincha de Gimnasia, y que por culpa mía se había hecho hincha del club porque era su ídolo. Me dijo si podíamos intercambiar las casacas y le dije que sí, pero a la finalización del partido… pero cuando terminó el primer tiempo, Verón me llamó y me pidió el cambio, y sin darme cuenta me la saqué y se la dí. Ahora estoy arrepentido por el acto que tuve, sobre todo para la gente de Gimnasia que no se lo merecesi me sancionan, lo sabré aceptar". Después del entrenamiento en City Bell, Verón también salió: para justificar un triunfo o una derrota… "Lo dije después del partido y lo repito ahora, creo que estamos todos muy histéricos y nos agarramos de pequeñas cosas No porque Leguizamón cambió la camiseta conmigo fue porque perdió Gimnasia. Lamentablemente se cae en eso y paga un chico que creo no quiso faltarle el respeto a la gente de Gimnasia con lo que hizo".

CHAPTER 7

No hubo perdón para Luciano Leguizamón (ver informe aquí). El delantero de Gimnasia y Esgrima, cuestionado por haber intercambiado su camiseta con Juan Sebastián Verón en el entretiempo del clásico platense ante Estudiantes, fue separado del plantel.



2 de noviembre de 2007

Verón.


"Si ve una Bruja montada en una escoba, ese es Verón, Verón, Verón que está de joda"

De que Estudiantes se destacó con un estilo propio no caben dudas. Osvaldo Zubeldía y el grupo de jugadores se conjugaron en un equipo con sello propio. Las bondades pueden encontrarse en cualidades de carácter, disciplina y entrega. Los vicios, entonces picardías, son para el anecdotario – que muy parcialmente y a cuenta gotas deja caer aún Carlos Bilardo. Para el espectáculo acaso hubo sido mejor el autocine.

Menos por su juego rústico y áspero que por sus logros excepcionales aquel Estudiantes de 1968 es histórico. Un grupo de batalladores vestidos de coraje y una dosis jerarquizada de Juan Ramón (la bruja) Verón configuraron un bloque sólido con la virtud príncipe de saber, en cada salida, que todo es ganable.

Independiente (le ganó las 4 veces que lo enfrentó) y Deportivo Cali fueron víctimas demasiado blandas. Millonarios y Universitario costaron. A Rácing – campeón del mundo – hubo que limarlo: quedó atrás después de un tercer partido empatado en Ríver por la diferencia de 1 gol a favor en la serie. Y Palmeiras, también en un tercer partido, terminó rindiéndose en el Centenario de Montevideo a los pies de la Bruja Verón.


Estudiantes (2): Poletti, Aguirre Suárez, Medina, Malbernat, Pachamé, Madero, Ribaudo, Bilardo, Conigliario, Flores y Verón. DT: Osvaldo Zubeldía
Palmeiras (0): Peres, Baldocchi, Osmar, Escalera, Dudú, Ferrari, Suingue, Tupazinho, Servilio (ST China), Ademir da Guia y Rinaldo.
Goles: PT 13' Ribaudo (E) y ST 35' Verón (E)


Fue el 16 de mayo de 1968. La Plata se vistió de rojo y blanco y la fiesta en las calles duró un día entero. El equipo chico fue campeón de América.

"Si ve una Bruja montada en una escoba, ese es Verón, Verón, Verón que está de joda"

Pero eso no fue todo... porque Estudiantes fue y ganó la Copa Intercontinental...
"Y recuerdo el trabajo previo que hizo Osvaldo Zubeldía antes del partido ante Manchester. Habíamos ganado 1-0 en la ida, en la Bombonera, con gol de Marcos Conigliaro. Pocos creían en nosotros para la revancha pero Osvaldo tenía todo matemáticamente calculado: cómo se movían los ingleses y qué característica tenía cada jugador. Y el partido resultó como él dijo. Hice el gol en una jugada de laboratorio y ellos nos empataron sobre la hora. Pero, además, Zubeldía sabía que los hinchas ingleses eran bravos y que en la final de la Copa, cuando visitamos a Palmeiras en Pacaembú, a nosotros nos impactaron los gritos de los hinchas brasileños. Por eso, en Old Trafford nos hizo salir al campo una hora antes, los ingleses nos gritaron de todo ahí y después jugamos tranquilos." (Juan Ramón Verón)

27 de octubre de 2007

Simeone, el Cholo.

"Con el cuchillo entre los dientes"
(Simeone, antes de un ARgentina - Uruguay)

Hablar del jugador y hombre de fútbol excede siempre la coyuntura. Aunque el momento sean los requerimientos y ofertas de Ríver, Boca, Vélez y la misma selección argentina. Sabemos como es el entorno del fútbol, hoy Simeone está en otra cresta de ola y mirando en retrospectiva, muy pocas veces se lo encontró sumergido. No sólo porque su carácter no se lo permite sino porque su trayectoria es un regadero de triunfos y reconocimientos.

En su otoño madrileño (2004) decía "¿Si terminaría mi carrera en la Argentina? Sí, claro. Como todo hincha que sueña, me gustaría hacerlo en Racing, el club de mis amores". Y el Gigante de Arroyito (Rosario Central) vio al Cholo gritando su gol en Rácing, fue en el diciembre de 2004, días antes de su retiro. En su otoño futbolístico deslumbró en la Academia: no es que Rácing fuera una aplanadora ni campeonara; la presencia de Simeone era una carga que los rivales debían planear y soportar. Con 35 años y cientos de batallas cumplidas, le sobraba para elevarse visiblemente sobre el resto y calibrar el tiempo de los partidos. Si bien es cierto que el fútbol argentino está deprimido, también lo es que el conocimiento y la experiencia del Cholo (700 partidos) supieron imprimirle a su juego una velocidad, sincronización y precisión inauditas en el fútbol local. Terminó jugando de volante central, donde Marcelo Bielsa lo probara ante no poco asombro y no menos críticas (habiendo cincos por qué inventar uno), de manera de condensar en un solo puesto quite, distribución, despliegue, presencia y estado anímico. Con menos vértigo, la 5 de Rácing, la cinta de capitán y el título de caudillo, distribuyó el juego de manera sorprendente, con pases de primera, verticales, largos, profundos y habilitantes. Salía de la cancha a enfrentar al cúmulo de periodistas para empujar a los chicos veinteañeros que lo seguían en el plantel: "Estos partidos me hacen sentir orgulloso de jugar al fútbol. Ver como los muchachos jugaban, se tiraban, se mataban... Me voy muy contento pero todavía falta mucho, hay que seguir trabajando como hasta ahora" decía después de romperla en Rosario. . "Es muy importante por su experiencia y por todo lo que le transmite al grupo. Tenerlo de nuestro lado es una ventaja grande que debemos aprovechar", decían los pibes.

“El sueño de terminar mi carrera en ese club lo confesé a los 18 años. Y lo cumplí”. Su foto en el carné de socio nº 77.505 lo acredita: "Yo venía a la cancha a pedir autógrafos y a ver a la hinchada. Mi viejo se enojaba porque al final ni miraba el partido".

El viejo que lo llevaba era nada menos que el Cholo Carmelo Simeone. "De chico, una vez le regalaron un fuerte espectacular con soldaditos y el loco se armó una cancha de fútbol, usó a los soldados como si fueran futbolistas". “Personalidad, huevos, pasión. Así se lo veía en la cancha cuando arrancaba. Jugaba acá y allá... los fines de semana íbamos de un lado para el otro en mi auto. Jugaba en un lugar, se cambiaba en el auto y después íbamos para el otro. No se cansaba nunca en el baby".

De Carmelo heredó la garra. Digamos que Carmelo debutó en Vélez, triunfó en Boca y también jugó en la selección junto a Rattín y Marzolini. Que fue un volante defensivo limitado, batallador, comprometido y necesario. Y que si bien supo rechazar la pelota afuera de la Bombonera también rechazó el peligro de su área. El Cholito lo superó ampliamente. Porque a esa garra de sangre la acompañó con juego y con técnica: no olvidemos que, naciendo como nº 8 (también en Vélez) su despliegue, panorama y fervor, lo pasearon por todos los puestos del mediocampo y el de líbero. Porque “le ponés los cortos y se transforma” (Carmelo).

Por su puesto que hubo sin sabores. La manera en que los empresarios que gerencian Rácing le pagaron su actitud fue el último. Apuraron su retiro para que tomara, al partido siguiente, el hierro caliente de la dirección técnica de un equipo que se caía. Lo dirigió con la misma pasión con la que jugaba y cuando encontró el equipo que sumaba victorias consecutivas, un culebrón de empresarios, intrigas y negocios lo dejó afuera. Por su puesto el Cholo no se durmió. Atendió el teléfono, aceptó la propuesta de Estudiantes de La Plata y lo sacó campeón (su primer torneo entero al frente de un plantel). Otros momentos duros fueron el debut europeo (descendido con Pisa); la larga recuperación de aquella lesión en la rodilla, la no convocatoria para el mundial de 1990 (Bilardo) y la relación con César Ferrando en el Atlético Madrid, donde es singular ídolo. Pero no casualmente, tras cada sinsabor hubo picos de triunfos, como si de la derrota hiciera barro de energía.

Empezó a jugar al baby en clubes de barrio (Villa Malcom y Estrella de Oro) y Gimnasia y Esgrima de Vélez Sársfield de donde, a los 9 años, saltó a las inferiores de Vélez (1979) viajando todos los días, de Palermo a Liniers, en el colectivo 34. Un día, Victorio Spinetto, quien manejaba las Inferiores de Vélez, paró una práctica, lo llamó y le dijo: "Usted, pibe, en dos años tiene que jugar en Primera". Recién había cumplido los 15 y ya Victorio lo había bautizado “Cholo” por la garra heredada de Carmelo. Daniel Willington fue el entrenador que, dos años después, cumpliría el pronóstico: el 13 de septiembre de 1987 debutaba contra Gimnasia y Esgrima de La Plata (1-2). Meses después terminaba el bachillerato en el colegio Justo José de Urquiza y decía: "Creo que para jugar al fútbol hay que tener tres cosas: fe, suerte y coraje". "Me gustan los jugadores de mucha personalidad. Una vez adentro de la cancha somos todos iguales. Juego sin miedo, me olvido que sólo tengo 17 años".

Y así era. "Tenía quilombo con los muchachos porque jugaba en los entrenamientos con el corazón en la mano. Y gritaba los goles como en un partido. El tucumano Meza lo frenaba, también Vanemerak. Y el que alguna vez se calentó mucho fue el Turco García porque metía demasiado fuerte. Era una fiera, yo lo quería en mi equipo. Los rivales lo odiaban, todos" (Carmelo).

De Vélez (1987-1990, 82 partidos, 14 goles, “Fue mi casa y el sitio donde me eduqué. Nunca me voy a olvidar de mis orígenes, del lugar donde arranqué. Tengo recuerdos hermosos de aquella época”), emigró a Pisa (1990-1992, 62 partidos, 6 goles; “Viajé a Italia de muy joven, me la jugué. En ese momento no era tan común que los chicos se fueran tan rápido al exterior. Fue el primer paso y tuve que madurar de golpe”) y luego a Sevilla (1992-1994, 64 partidos, 12 goles; “Me di el lujo de compartir la cancha con Diego, en una etapa muy linda de mi vida. Fue mi vidriera y mi salto definitivo para que me viera el resto de los equipos europeos”). Entonces llegó a Madrid para vestir la camiseta del Atlético (1994-1997 y 2003-2004, 146 partidos, 27 goles; “Conocí una ciudad hermosa y la gente se enganchó conmigo. Fue el lugar donde empecé a sentirme un jugador importante, por eso volví”). También supo volver a Italia para protagonizar el fútbol grande en el Inter (1997-1999, 85 partidos, 14 goles; “El mejor club donde estuve, en organización e infraestructura. Un lugar lleno de lujos. Me di el gusto de ganar un torneo muy importante como la UEFA, con amigos como Zanetti”) y en la Lazio (1999-2003, 135 partidos, 18 goles; “Fue el mejor equipo que integré, lleno de estrellas y compatriotas como Almeyda, Verón y el Piojo. Ganamos el segundo Scudetto de su historia y metí goles importantes”).

Fue símbolo de la selección argentina durante 14 años (debutó el 14 de julio de 1988, 4-1 a Australia) y uno de los pocos jugadores en vestir la camiseta en más de 100 partidos (exactamente 106, sólo superado por Roberto Ayala y Javier Zanetti).

"Una vez llegó tardísimo a la AFA para tomar el micro que los llevaba al entrenamiento de una selección juvenil. Hizo dedo y lo acercaron por la autopista hasta donde está el predio que hoy tiene la Selección. Y de ahí se fue corriendo hasta el Sindicato de Empleados de Comercio, unos cuantos kilómetros. No se perdía de ninguna manera un entrenamiento" contó su mujer.

Para terminar rescatemos algo que se da en muy poca gente. Y es que las propias palabras sean el fiel reflejo de los hechos y las actitudes - al menos - en la vida profesional. Las propias palabras del Cholo (en amarillo) son la mejor descripción de lo que fue como jugador de fútbol.

"La vida es ganar cosas. Sin pisar a nadie, pero teniendo como meta ganar".


24 de julio de 2007

Guillermo Barros Schelotto.



Entre todas las fábricas se levanta la Universidad y por allí se oyen aclamados sus equipos de fútbol americano o de básquetbol. Una ciudad de gente trabajadora donde no llegó ninguna comunidad hispana: Columbus, que desde 1996 abre las puertas del estadio del Columbus Crew para reuniones en derredor del soccer: la camiseta amarilla de la Crew representando a la ciudad en la MLS (Major League Soccer) sobre el perfecto césped sintético. Alicaída y menor afición ocupa los asientos del estadio; el año 2006, el décimo de su breve existencia, fue el peor: más partidos perdidos que ganados, menos goles que partidos jugados, sin clasificación a playoffs y último en su conferencia (no desciende porque no hay donde descender). Allí, al estado de Ohio, llegó Guillermo Barros Schelotto días antes de cumplir 34 años de edad.
¿Who is?
El último ídolo de Boca Júniors, el más campeón en la historia del club (16 títulos) y el más campeón en la historia del fútbol argentino (18 títulos avalados por FIFA). A quien diez años ininterrumpidos en Boca le valieron un reconocimiento desigual, sea por su juego (que no deslumbra), por sus mañas, por sus goles, por un carisma, por los superclásicos o más. Publicaciones periodísticas se hicieron eco de este reconocimiento y terminaron de elaborar el ídolo.




Ídolo que dejó la titularidad hace tres años para alternar cada vez menos en el primer equipo, sea por su juego (que no deslumbra), por sus mañas, por sus lesiones o más. Gritó las últimas conquistas desde el banco de suplentes, desde los partidos preliminares o desde su casa cuando no fue convocado. Relegado por uno y otro entrenador terminó yéndose a Columbus Crew por menos de un año y menos de 1 millón de dólares.
¿Tiene peso la conexión ídolo - público?
¿Tienen valor los palmarés individuales en un deporte colectivo?
¿Hubiese ocurrido de todas maneras si el club fuese propiedad de los socios?
¿Le hizo honores el presidente Macri cuando le abrió la puerta a Guillermo?
¿Son compatibles ídolo – rescisión?
¿Hubiese la hinchada cambiado progresivamente aplausos por insultos?
¿Guillermo necesitaría continuidad?
¿Guillermo no se retiró a tiempo?
¿Guillermo es ídolo?


6 de julio de 2007

Ricardo Bochini.


Muchos hinchas de Independiente han pasado por la habitación de Ricardo Enrique Bochini durante el transcurso de los últimos días, luego de unos sobresaltos cardíacos y desde que se permitieran las visitas después de que protagonizara un accidente automovilístico en la ruta que une Zárate y Buenos Aires. Acaso por no calzarse el buzo de DT más que en un brevísimo lapso o por la huella indeleble de tantos y buenos años en el club, la admiración, el respeto y el agradecimiento por los buenos momentos siguen vigentes en quienes empiezan a peinar canas. Porque quienes veían jugar a Bochini – Woody Allen jugando al fútbol (segun Valdano)- no podían aplaudir su despliegue, ni su estado atlético, ni su cabezazo; ni siquiera las chicas se emocionaban y sospecho que ni la cámara lenta con música heroica le quedaba bien. Quienes veían jugar al “Bocha” encontraban rapidez mental, tranco y toque corto, preciso, fugaz: especialista constructor de paredes y habilitaciones, diestro lanzador de estiletazos, experto hacedor de números 9. Llevaba la elegancia de un pekinés rengo – jugaba como agazapado - transpiraba poco mas que un camello y tenía una técnica y una pegada micrométrica.





Ricardo Bochini, junto a Arsenio Erico el mayor ídolo de Independiente, debutó en la Primera División el 25 de junio de 1972, frente a River Plate (0-1) y su último partido profesional lo jugó a los 37 años frente a Estudiantes de La Plata (1-1), el 5 de mayo de 1991. Completó 634 partidos y 97 goles durante 19 años ininterrumpidos en Independiente, adonde llegó en edad de 7º división desde el club Belgrano de Zárate (1971).



14 de junio de 2007

Adios a Pipo Rossi

"el que no pasa la pelota al pie es una mala persona"

A los 82 años falleció Néstor Raúl Rossi, Pipo, el dueño de la cancha, el dueño de la nº 5, el patón (calzaba 44), la voz (“gritar es algo que llevo en la sangre, es más fuerte que yo”), el patrón (ordenaba a todo el equipo).

(10.05.1925 – 13.06.2007)



De los Juveniles de Acassuso, Carlos Peucelle lo llevo a River en edad de 5º división. Corría el año 1940 y se pago por él la cifra récord de $ 5000 por un no profesional. En 1945, después de sobresalir en la reserva junto a otros dos muchachos (Amadeo Carrizo y Alfredo Di Stéfano) debutó en la primera de River el 25 de junio. Ganó los titulos de 1945 y 1947 (año en que ganó el Sudamericano de Guayaquil con la selección argentina) y fue pieza y sostén de la mítica “máquina”.
En 1949 formó parte del famoso éxodo argentino a Colombia: junto a Alfredo Di Stéfano y Adolfo Pedernera, logró el tricampeonato (1949 – 50 – 51) con Millonarios.
Vuelto a River en 1955 consiguió el tricampeonato (55-56-57) junto a Angel Labruna y Enrique Omar Sívori y otro sudamericano (1957) con la selección argentina, compartiendo el equipo con el mismo Sívori, Omar Oreste Corbatta, Humberto Maschio, Antonio Angelillo y Osvaldo Cruz.

"En mi primera práctica con la selección le hice un caño a Pipo Rossi. En el vestuario, todos lo cargaban y yo le pedí perdón. El me dijo: No te hagas problema pibe, pero que sea la última vez. " José Ramos Delgado.

"Era un fenómeno... Era original porque era un fenómeno. Simplemente era así..." Alfredo Di Stéfano.

"Rossi no corría demasiado y tenía movimientos lentos, pero cuando le llegaba la pelota era el único que tenía una jugada pensada y dos alternativas para hacer. Hacía fáciles las cosas". Juan Carlos Muñoz (integrante de la “máquina”).

“Era el que ponía las cosas en su lugar” Angel Labruna.

Cuenta Daniel Passarella, quién debutara en River bajo su dirección técnica en 1974: El Inter programó en los 80 una cena de gala para agasajar a futbolistas que fueron campeones con el club. A Pipo no le gustó la mesa que le habían asignado a Daniel y decidió acomodarse en una que estaba pegada al escenario. En vano fue el enojo del Kaiser. De pronto, un robusto personaje flanqueado por sus guardaespaldas se plantó delante de los argentinos esperando que le liberaran su ubicación. Pero Pipo, sin levantarse, tirado hacia atrás en su silla, miró y dijo: “Sentate Luchito, hacela corta papá, hacete gomía”. Luciano Pavarotti sonrió y se fue.

13 de mayo de 2007

Cacho Saccardi


01.10.1949 - 04.05.2002





Una tarde de 1981, después de almorzar, mi vieja me mandó “a lo de Rosa” con una maceta y no se que planta. Estaban los pibes en la puerta y el barrio dormía una siesta muy silenciosa.
Maceta en mano, crucé la calle, toqué la puerta de Rosa y le di la encomienda. Atrás de ella, desde la sombra de la parra, venía hacia la calle don José, que terminaba de ponerse su campera de corderoy marrón y la sonrisa de siempre. Rosa me agradeció el mandado y yo me fui con don José saludando mi casa desde la vereda de enfrente. Caminamos las tres cuadras que nos separaban del club para llegar muy tempranito a ver a Ferro.
La cancha me pareció estaba vacía; no sólo era muy temprano sino que mi relación era la vez anterior que había estado allí, la tarde nublada en que Ferro volvió a primera frente a Almirante Brown (1979), nunca volví a ver la cancha así, tan verde, había gente colgada de todas partes, las puertas estaban abiertas pero la gente no entraba, tan llena estaba.


Sentado al sol veía el partido preliminar mientras se iba agregando la gente del barrio a los tablones y don José saludaba gente en la platea. Ferro ganó, ganaba siempre entonces. Después del partido no fue posible volver con don José que seguía saludando gente. Caminé las tres cuadras hasta casa y mientras tomaba una merienda me preguntaba por qué la gente gritaba tanto por Saccardi, “y dale Cacho, dale dale Cacho”, habiendo otros jugadores más habilidosos y que, incluso, habían jugado mejor que él. “Y dale Cacho, dale dale Cacho”
"Yo nunca fui un habilidoso. Sé que con la pelota en los pies no sé mucho, por esa trato de quitar y entregársela enseguida a algún compañero destapado. Mi gran virtud creo que es la marca y luchar siempre, no bajar nunca los brazos durante el partido. Si hice algo en el fútbol o si me hice conocer gracias al fútbol, fue por la garra que tengo." (1981 Gente de Ferro)



Don José lo sabía muy bien. Fue el marido de Rosa, quien compraba nuestras rifas de canasta familiar para las camisetas del equipo de la cuadra, Don José Scalise, quien llevó a Saccardi a las inferiores del club después de verlo jugar en un potrero de Pompeya.
Cinco años después (1969), Cacho debutó en el primer equipo y al año siguiente fue el tipo que arrastró al Ferro campeón de la Primera B (1970). Después fue el alma de aquel Ferro que brilló desde Caballito hacia todo el país en el Nacional de 1974, después la selección...
Lo convocó César Luis Menotti a la selección argentina (1975). Había jugado tres partidos cuando lo contrató el ascendido Hércules de España, según el ojo del técnico Benito Joanet que tenía que armar un equipo que supiera consolidarse en primera división.




"Cuando me salió lo del Hércules, estaba en la Selección. Fui y hablé con Menotti. Le conté que había salido eso y que por mi edad (yo tenía 25 años) no iba a tener otra oportunidad así. El me respondió que lo veía bien, y que igual para el Mundial (de Argentina 78) aún faltaban tres años y no me podía asegurar que en mi puesto no iba a surgir algún fenómeno y después no fuera yo a integrar la Selección."
Cacho también es homenajeado en Alicante. Jugó en Hércules durante las temporadas 1975/76 y 1978/79, disputando en total 106 partidos y conformando una escuadra histórica y muy recordada en el club, para volver a Ferro, ganarle a Almirante Brown, ascender otra vez a primera y salir campeón con el mejor equipo de Ferro de la historia, aquel que condujera el viejo Griguol.





Mientras Don José se acomodaba en la platea, Rosa tomaba mate con mi vieja, yo me acomodaba a los gritos, era impresionante como gritaba la hinchada de Ferro cuando saludaba Saccardi, “y dale Cacho, dale dale Cacho”.
Se cumplen 5 años de la muerte de Cacho Saccardi. Estaba jugando al tenis en una quinta de Moreno cuando lo sorprendió un infarto. Hoy vemos su pequeño homenaje en el kiosco de diarios que lo viera sonriente no pocas mañanas porteñas, kiosco que administran sus hijos en las veredas aledañas al Cid Campeador de su barrio de Caballito, el barrio de Ferro Carril Oeste.